Para
la Marcha del día mundial en contra de la violencia a la mujer había un lienzo
con una frase que decía: “La Democracia está deuda con las mujeres”. Esto me
llevó a pensar en cómo las iglesias de corte fundamentalistas también se hacen
parte para la desigualdad y exclusión de la mujer en la sociedad, es decir,
“Las iglesias está en deuda con las mujeres”.
En
el año 1910 nace en EEUU un Movimiento que rechaza el pensamiento moderno en la
interpretación bíblica y también el uso de los métodos científicos e históricos
en ella. Una revista llamada “Los Fundamentos” donde promovían la aceptación
literal de ciertas doctrinas como: el nacimiento virginal de Cristo, la
resurrección corporal de Cristo y, especialmente, la inspiración literal de
cada palabra de la escritura, esto es,
la infalibilidad verbal de las Escrituras Sagradas. Este movimiento
creció enormemente en EEUU y avanzó hacia América Latina con una fuerte
presencia “evangelizadora”, estableciendo en Chile un pensamiento “Evangélico”
alineado con el sistema dominante. Este fundamentalismo tiene muchos aspectos
en común con el sector Opus Dei del Catolicismo Romano, quien tiene grandes
influencias a nivel político, educacional y económico, representando los
intereses de la elite más poderosa de
nuestro país.
¿Cuáles
son las principales características de este pensamiento fundamentalista en las
Iglesias Cristianas?
El
deseo de imponer control sobre las mujeres: negando una educación avanzada a
las mujeres, espacios de liderazgo, normando su vestimenta y privándolas del
espacio público dedicándolas a lo domestico.
La
restricción de la sexualidad: La hostilidad y miedo de la sexualidad de las
mujeres, imponiendo la complementariedad entre los géneros hombre y mujer, como
realidades fijadas y no cambiables.
La
inferioridad de la mujer ante el hombre: Hombre como más inteligente, más
racional, activo, agresivo. La mujer, inferior, intuitiva, emocional, pasiva,
naturalmente dependiente. Rechazan ideas modernas de igualdad de mujeres y
hombres con capacidades semejantes.
El
rechazo los derechos reproductivos de las mujeres: Las mujeres no pueden
limitar el acceso sexual del marido a ellas. El cuerpo de la esposa es
propiedad del marido. El marido puede usarla en cualquier manera que quiere. La
mujer no puede usar anticonceptivos para limitar el número de hijos/hijas. ni
puede abortar un feto que no quiere o no puede soportar.
El
aspecto más importante de estos puntos es el rechazo a que las mujeres como
personas tomen sus propias decisiones, especialmente en el campo sexual y
reproductivo, manteniendo así un sistema patriarcal en la iglesia que es
transmitido inevitablemente a toda la sociedad.
Debemos
reconocer la importancia de las mujeres feministas en la elaboración de
importantes materiales teológicos para vivir una fe consecuente al testimonio
de Jesús de Nazaret en nuestro contexto. Lamentablemente, han sido censuradas
por los sectores fundamentalistas que han etiquetado el feminismo como algo
“mundano, loco y antinatural”, como la introducción de caos y desorden en la
sociedad, la degeneración, irresponsabilidad en la familia y una búsqueda de
placer sexual. Muchos hablan más desde el prejuicio, la desinformación y el
temor que desde el actuar en coherencia de la Fe en un actual contexto.
La
igualdad entre mujeres y hombres, promovida por el evangelio es necesaria.
hombres y mujeres deben trabajar juntos en la familia y la sociedad. Para una
planificación familiar eficaz es imprescindible la educación y el desarrollo
social de las mujeres. Planificación familiar eficaz no es simplemente un asunto
de distribuir anticonceptivos a la gente pobre. Es necesario un desarrollo
holístico de la salud de mujeres, niños, y la familia en general en la
comunidad.
No
es suficiente que las mujeres ganen educación, empleos pagados o ciertos
lugares de “reivindicación”. Es necesario que las Iglesias promuevan la igualdad, que los hombres
renunciemos a nuestros privilegios machistas para superar el sexismo y abuso de
las mujeres y las respetemos como seres humanos igualmente válidas, libres y
dignas.
Ser
seguidor de Jesús no es ser promotor de un sistema que aniquila, oprima y
fomenta la desigualdad. Todas y todos, en cuanto somos compañero/as de este
camino, debiéramos impulsar lo mismo que Jesús con sus iguales: el respeto a la
diversidad en el encuentro con la Samaritana, el centurión romano y Marta y
María, por nombrar algunos relatos donde precisamente hacia todo lo contrario
de lo que propone el fundamentalismo.
Josaphat
Jarpa R.
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