jueves, 2 de agosto de 2012

La Misión de Jonás y el Poder Salvífico de Dios: Un Aporte desde el Antiguo Testamento por Jaime Alarcón V.

La presente reflexión sobre “Iglesia, Misión y Poder” se inserta en un contexto latinoamericano de ‘resistencia’ frente al Sistema Capitalista Neo-liberal, que impone al Mercado como regulador y proveedor de todas las necesidades del ser humano.  Desde esta perspectiva dicha reflexión debe ser ubicada en el marco de nuestra opción cristiana por la construcción de una sociedad justa y fraterna, que persigue el modelo del Reinado de Dios, ya que la iglesia no está al servicio de sí misma sino que, tal como Jesús nos enseñó con su palabra y práctica, el Reinado de Dios está por sobre todos los sistemas. Por otro lado, sin el ánimo de caer en un anti-ecumenismo, no podemos olvidar, que nuestras diversas reflexiones se hacen a partir de un contexto de una religión cristiana evangélica minoritaria, en donde los valores culturales están vigilados e impuestos a toda la sociedad por la Iglesia Católica Apostólica Romana, la iglesia mayoritaria y, en muchos países, la iglesia oficial.
    
 Este doble contexto de dominación, en América Latina, condiciona la reflexión teológica y el que hacer eclesial de las Iglesias y Organizaciones Evangélicas-Protestantes, debido a que muchas de ellas están constituidas por cristianos y cristianas de origen indígena y por una gran mayoría de mujeres, personas que reconocen la marginación y discriminación en manos de la Iglesia de blancos-mestizos, más occidentalizados, en su mayoría hombres, que han elaborado una estructura eclesial funcional a su cosmovisión cultural.      Por lo tanto, la relectura de los conceptos: ‘Iglesia, Misión y Poder’ se realiza desde una perspectiva “intercultural” a travesada por una perspectiva de género.  

     Durante cientos de años la Iglesia Cristiana ha articulado su obra misionera considerándose como la única portadora de la verdad y del amor de Dios. Como cristianos(as) latinoamericanos debemos reconocer que la historia de la Iglesia está llena de ejemplos decepcionantes, en donde muchas veces, en forma totalmente incoherente, en nombre de un Cristo de amor se: mató, torturó y se impuso por la fuerza el Evangelio sobre los pueblos vencidos. Además, como minoría evangélica/protestante en América latina, sufrimos las heridas de la contra-reforma impulsada por parte de la Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Oficial, discriminación que hasta hoy día, ha dejado sus huellas en la cultura y sociedades de nuestro continente.

     Repensar la Misión y el Poder de la iglesia, en los inicios del tercer milenio, implica  el asumir la fragilidad del ser humano – creyente en Jesucristo - como instrumento y portavoz de la Palabra de Dios, el que debe reconocer y asumir su dependencia absoluta de la voluntad de Dios para lograr una plena realización. La voluntad de Cristo es que todos los seres humanos lleguen al conocimiento y salvación, y que el creyente asuma una opción de vida mediada por el amor de Dios, en la cual debe reflejarse la coherencia entre el ‘decir o hablar’ (Logos) y el ‘hacer’ (praxis).  Según la Teología de la Liberación, el mundo le reprocha a la Iglesia Cristiana el haberse quedado recluida en sus dogmas y doctrinas (Ortodoxia), terreno en el cual se siente cómodamente segura, pero ha olvidado introducirse en el terreno de la práctica del amor (Ortopraxis) y dar respuestas a las múltiples preguntas que se levantan desde las ciencias sociales que acompañan esta labor.

     Nos proponemos ofrecer un breve análisis de la Misión y su relación con el poder desde la perspectiva del Antiguo Testamento, aunque debemos reconocer que como cristianos estamos acostumbrados a hablar de la Misión de la Iglesia, a partir del Nuevo Testamento. Nos concentraremos en el libro de Jonás, ilustrando diversas actitudes humanas que afectan y detienen el desarrollo eficiente de la misión salvífica de Dios.  En un contexto de crisis de esperanza y de cerrazón de los horizontes utópicos, la pequeña obra de ‘Jonás’ se presenta como una enseñanza, para todo hombre y mujer creyente, de dejarse impulsar por el poder de Dios que lo interpela hacia la involucración y compromiso con la preservación y cuidado de la vida.

     Jonás es un libro breve, pero conciso que nos presenta el disgusto y rencilla de un pequeño profeta contra Dios, o mejor dicho, con una nueva concepción de Dios, pues la tradicional dimensión de amor y misericordia que el profeta posee no  cuadra con esta nueva visión.  Así en medio de un mundo de fuertes desencuentros entre hermanos(as), de apasionadas luchas por la hegemonía del poder y de profundos nacionalismos Israel cayó en una peligrosa división que puso en crisis la concepción de prójimo y la concepción del amor de Dios por toda su creación. Para muchos sectores del judaísmo del post-exilio, Yahweh-Dios, era solamente el Dios de Israel y amaba solamente a este pueblo.

1.- El concepto de Carisma y Poder en la Biblia.

     Tal vez sea útil tener presente que el concepto y la hegemonía, a partir del poder, es muy usado en el ámbito católico, y recientemente en el terreno Neo-Pentecostal/carismático que se reapropia de un lenguaje misionero paulino.[1] Según una tesis de Max Salinas[2], La ‘cristiandad’ nos heredó un evangelio centrado en el poder de dominación. Por lo tanto, no es casualidad que la lectura del poder esté presente en el subconsciente colectivo evangélico.

     Según el Nuevo Testamento, en lo que se refiere al ‘poder’, Lucas 9: 1 usa dos términos griegos para referirse a dos dimensiones distintas del poder: dúnamis se refiere a la capacidad, la fuerza, la potencialidad para hacer algo; exousíase refiere a la autoridad, la facultad, la atribución para hacer ese algo. En el texto citado, Jesús encomienda a sus discípulos efectuar un servicio (un ‘ministerio’), y les da tanto la capacidad como la autoridad para efectuarlo.

     Por otro lado, la palabra ‘carisma’ (1 Co. 12) se refiere a los ‘dones’ o capacidades específicas que reciben las personas para servir (‘ministrar’) a los demás, y contribuir así a la edificación del Cuerpo de Cristo. En este sentido, ‘carisma’ tiene un significado similar al de dúnamis, pero mientras esta última palabra apunta a la capacidad o fuerza en términos generales, la primera pone el acento en la particularidad y diversidad de las capacidades de las distintas personas o partes del cuerpo. La palabra ‘carisma’ tiene un significado sociológico más específico, describe un tipo de ejercicio del poder o la autoridad que se basa en atributos que porta quien lo ejerce (y, por lo tanto, en su capacidad personal de influencia emocional en las  personas), y no en algún tipo de posición jerárquica heredada o elegida democráticamente.

     Carisma Versus Poder en el Antiguo Testamento. El Israel Pre-Estatal supo equilibrar el poder con el carisma, recordemos que sus autoridades revestidas de poder, funcionaban en torno al carisma. Los jueces, tanto mayores como menores eran elegidos por sus cualidades carismáticas. Y como comunidades carismáticas debieron luchar por sobrevivir en medio de un mundo constituidos por ciudades-Estado, organizadas a través del poder absoluto de un monarca. Sin embargo, la sociedad carismática de Israel cayó por su ineficiencia frente al poderío bélico y militar de las ciudades-Estrado, principalmente, filisteas.

     La instauración de la monarquía en Israel, fue el apelo al poder institucional del monarca (burocrático) por sobre el carisma, como un recurso a constituirse en una nación más eficiente en materia bélica, para defenderse y protegerse de sus enemigos. Sin embargo, el carisma siguió conservándose en manos de los "profetas". Grupo que sobrevivió en medio de la institución monárquica, en cierta forma, marginados.

     Aunque la monarquía se cohesionó en torno al poder del rey, esta fue a ratos, balanceada o frenada por el carisma de los profetas. Sin embargo, el carisma definitivamente no fue escuchado, ni ejerció la influencia que deseaba en los gobernantes. Y como una consecuencia de esto, Israel, sufre su derrota a través del Exilio. El Post-exilio realizó su reconstrucción nacional e institucional bajo los moldes de un poder absolutizante, profundizado por la lectura de la "Ley" considerada ésta como una "Ley de Estado". El llamado "judaísmo" es una reconstrucción ideológica de un modelo de pueblo de Dios, que pretende fortalecer una identidad de pueblo caracterizada por su rechazo y oposición a lo cananeo como religión, pero no ofrece un rechazo al modelo del poder "patriarcal" de estos pueblos.

     El judaísmo impulsó una ideología "patriarcal" con un modelo de masculinidad y feminidad funcional al sistema que se sostenía por el poder de la Ley. El carisma fue relegado a pequeños grupos disidentes que huyendo de los centros de poder, se refugian en el desierto para establecer allí sus comunidades ascéticas (Ejemplo de Qumran).  De esta visión diacrónica del poder y del carisma en la historia de Israel, podemos apreciar que el poder institucional, identificado con el patriarcado, se institucionalizó gracias a la difusión y aplicación de la "Ley de Moisés".

2.- Misión y Poder en el libro de Jonás.

     El libro de Jonás nos enseña que ‘la Misión de la Iglesia es dar a conocer la compasión de Dios por medio del ser humano hacia toda la creación’, pretende hacer conciencia del valor del ser humano en la misión que Dios encomienda a la iglesia, poder salvífico que sólo puede ser concretado a través de la práctica del ‘amor de Dios’ hacia nuestro prójimo. La voluntad de Dios es derramar su amor misericordioso sobre toda su creación.

     Aunque Jonás nos es un libro profético clásico, puesto que no contiene una compilación de oráculos proféticos, sino una obra de ficción, de carácter parabólico, con finalidad pedagógico-didáctica cuya narración dramática lo ubica dentro de un género literario que lo une más a la novela satírica.[3] Sin embargo, las referencias al profeta histórico ‘Jonás hijo de Amitai’, quién profetizó en el siglo VIII a.C., en tiempos de Jeroboam II monarca del reino del norte, Israel (2Rs. 14:25)[4]; lo ubican dentro de la lógica y estilo profético. Por lo tanto, para todo profeta, así como para todas las religiones el poder es un atributo esencial de toda divinidad, según Xavier León-Dufour:

“En todas las religiones es el poder un atributo esencial de la divinidad. La fe cristiana formula así el primer artículo de la revelación bíblica: «Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.» Esta fórmula indica tres aspectos de la omnipotencia del verdadero Dios: es universal, pues Dios creó todas las cosas (Gen 1,1; Jn 1,3); es amante, pues Dios es el Padre que está en los cielos (Mt 6,9); es misteriosa, pues sólo la fe puede discernirla en sus manifestaciones a veces desconcertantes y abrirse a su acción salvadora (ICor 1,18; 2Cor 12,9s). La omnipotencia se despliega en la historia de la salvación.”[5]
    
El poder de Dios llega a Jonás por medio de su palabra, es el espíritu (ruaj) que toma al profeta y lo impulsa a la misión en contra de su propia voluntad (cf. 1.1-2; 3:1-3). La misión de Jonás va en contra de la misión de Dios, y a pesar de esta oposición humana, el poder salvífico de Dios se manifiesta en medio de los seres humanos. Jonás no puede manipular, ni controlar dicho poder. Los efectos de la palabra confiada al profeta, no dependen de él, sino de Dios.

     Sin entrar en definiciones sociológicas respecto de la concepción del poder, ni tampoco caer en una definición esencialista de él, debemos afirmar que en la Biblia se lo comprende dentro de la metáfora de la ‘energía’[6], proveniente del espíritu de Dios (ruaj) que pone en acción al ser humano. Pero no se trata de cualquier acción humana o praxis, el poder en la Biblia es el impulso divino que conduce a la praxis humana involucrada y comprometida con la defensa y preservación de la vida, es decir con la salvación que implica una ‘calidad de vida’.
    
3.- Época y Contexto Histórico del  Libro de Jonás.

     La voluntad de Dios es alcanzar con su salvación a toda la humanidad, sin distinción de razas, edad, sexo, ni condiciones económicas y sociales.  Pero muchas veces esta noble tarea se ve entorpecida y obstaculizada por el amor limitado y egoísta del ser humano.  La Biblia es muy clara en dejarnos testimonios en donde la mediación humana entorpece claramente la misión y voluntad de Dios, como una forma pedagógica de enseñarnos y advertirnos, para que nosotros no cometamos los mismos errores en nuestra vida y dentro de la misión de la iglesia.

     El libro de Jonás es una enseñanza sobre este peligro, y pone de manifiesto los errores que cometió este profeta de Dios, el que se dejó llevar por sus voces interiores egoístas y nacionalistas, en desmedro de la salvación de  una nación de seres humanos que también necesitaban una Palabra de Dios orientadora que les guiara a la salvación.

     Es necesario tener presente la época y el contexto histórico del libro, para así lograr una mejor comprensión de él.

     El libro, según la opinión de la ciencia bíblica, apoyándose sobre una crítica de la redacción, descubre un lenguaje cargado de aramaísmos, palabras exclusivas de la literatura hebrea tardía y una mentalidad del autor que solamente encaja en una época de apertura y universalismo, sitúan a este libro en tiempos del post-exilio, alrededor de los años 400 al 200 a.C.[7], aunque Harry F. Baughman lo sitúa en el año 300 a.C., aproximadamente.[8] Son tiempos difíciles, de mucho sufrimiento y  opresión. Se vivía en un mundo globalizado por la cultura y economía Persa, imperio que había establecido su pax – cosmovisión y forma de vida - en los cuatro puntos cardinales del antiguo mundo conocido.[9]Sobre este enorme territorio ellos ejercían su dominación internacional, militar, política y económica. Los Persas, a diferencia  de los Asirios y de los babilonios, no fueron tan crueles con los pueblos vencidos;  ya que su forma de mantener el dominio sobre los pueblos vasallos era más sofisticada, especialmente por su tolerancia religiosa y cultural dando a los pueblos conquistados la idea  de vivir bajo una supuesta libertad. Ellos permitían a sus súbditos la  preservación de sus identidades siempre que no representaran amenazas  al  sistema  imperial.

     Bajo un aparente clima de tolerancia y libertad, se desarrollaba una  explotación y opresión implacable. La recolección de los impuestos fue perfeccionada a través de la invención de la moneda, lo que permitió un mayor control económico de los tributos;  la  pobreza y la miseria marcaban la vida de una gran mayoría de los  pueblos dominados  (cf. Neh. 5:4). Al servicio del poder imperial estaban, en Palestina, Nehemías y Esdras; ellos con financiamiento y apoyo del gobierno Persa, restauraron el  templo, reedificaron Jerusalén y pusieron en vigencia la Ley de  Moisés, como ley de Estado.

     Este período está marcado por la fuerte división social en Palestina producido con el regreso de los exiliados, los que deben abrirse un espacio entre el pueblo remanente, que se había quedado en la tierra. Con su retorno se produjeron muchos problemas, entre éstos se destaca: un entusiasmo inicial de los repatriados por volver a su tierra, luego viene una desilusión ya que no son libres, sino que siguen bajo el dominio Persa. Y, además, no son aceptados por sus compatriotas, produciéndose una tensión entre los exiliados que retornaron y los judíos que se quedaron en Judá.  Como no tienen esperanzas políticas de ser una nación independiente, nace en ciertos sectores del pueblo israelita una esperanza escatológica por librarse del dominio Persa (Mesianismo). Algunos esperan un milagro para que Dios salve definitivamente a su pueblo. Toda esta situación la podemos conocer a través de los textos del profeta Isaías 56 al 66 (tercer Isaías). Además de los libros del profeta Ageo y Zacarías.

     La situación social de divisiones que rodea a la formación del libro de Jonás, deja traslucir un problema pendiente: la reconciliación del pueblo. Israel, ahora estaba dividido en dos grandes grupos separados por: ideologías diferentes, intereses económicos, ambiciones políticas y clases sociales.   Por un lado, estaba el grupo de los sacerdotes sadoquitas (pertenecientes al grupo de retornados), los que manejaban el culto oficial, dominaban la política y hacían alianzas políticas con el imperio Persa; este grupo sacerdotal se caracterizaba por ser muy  realista y anti-escatológico, pues ellos  no tenían puesta su esperanza en la intervención de Dios, sino en sus gestiones y negociaciones políticas frente a los Persas. Ellos estaban dispuestos a hacer valer  sus privilegios por sobre los intereses del pueblo. El otro grupo estaba compuesto por los campesinos que no habían sido deportados a Babilonia, los que unidos a algunos sacerdotes que sobrevivieron a dicha invasión, formaron  un grupo profético de oposición a los intereses de los sacerdotes Sadoquitas, conocidos como los deuteronomistas quienes escribieron la Obra Historiográfica Deuteronomista. Este grupo, identificado por algunos eruditos como ‘el remanente’, era  de una mentalidad más "democrática", concebían una forma de sacerdocio  extendida a todos los fieles; con una mentalidad abierta hacia los extranjeros, pero sin deseos de entrar en compromisos con el imperio Persa. Estos campesinos eran sobre todo un grupo claramente escatológico, pues tenían puesta su confianza y esperanza en la liberación que vendría por la mano del Señor.

     El poder lo tenía el grupo retornado, pues estaban apoyados por el poder imperial, pero esta alianza de Israel con los Persas marcó  el fin de los sueños israelitas. El reordenamiento internacional impuesto y mantenido por el imperio aniquilaba de una vez las posibilidades de  Israel de ver cumplido su destino histórico de ser luz para las  naciones. La situación era difícil, los tiempos estaban cerrados y la desesperanza era el pan cotidiano de todos los israelitas.  Algunos buscaban alternativas diferentes. Surge, como una alternativa innovadora,  el lenguaje apocalíptico y también nuevas formas de sabiduría que echan por tierra los conceptos tradicionales relacionados con la ‘retribución inmediata’ (Job y Qohelet), a través de estos innovadores tipos de lenguaje  se anunciaba la irrupción de una nueva época.  Jonás, por el momento sin entender  completamente esto, es uno de ellos.

     A través de la literatura religiosa se realizan severas críticas a los que se sentían tranquilos, porque estaban acomodados a las leyes y sacrificios económicos del sistema persa, al dogmatismo y a la religión domesticadora promovida por el  Templo.  El  texto de Jonás es parte de esta tradición mística. Es una especie de  novela que recupera la memoria de los profetas para actualizarla al  contexto de aquellos tiempos de dominación,  acomodación,  manipulación y sobresaltos.

4.- La Misión y el  amor de Dios frente a la torpeza y egoísmo humano.

     El texto de Jonás, se estructura en una forma muy  peculiar, pues se trata de un midrash, es decir de un relato que emplea algunos acontecimientos históricos mezclándolo con relatos ficticios o fábulas, cuyo objetivo final es dar una enseñanza religiosa al pueblo.

     El objetivo de  esta novela es la experiencia de un hombre con la palabra de Dios, o mejor, una  historia de una Palabra de Dios.[10] Se trata de la acción de Dios  en el mundo pagano. Recordemos  que Jonás debería ir – según la orden de Dios - a Nínive, a la ciudad secularizada, capital de Asiria, país gentil y archienemigo de Israel. Recordemos que el reino del Norte Israel, fue llevado cautivo a Nínive el 722 a.C., y nunca más se supo de esa gente, además introdujeron tribus extranjeras en el norte mezclando las razas y surgiendo el problema samaritano en la historia de Israel. El recuerdo de Asiria, es el centro de toda una gama de  brutalidades, el país más temido que el antiguo oriente, en especial el oriente culto, llegó a conocer.

     Jonás el hebreo (1,9) cuyo nombre significa ‘palomo’, expresa su carácter casero y lo ‘necio’ de su conducta; huye a Tarsis, hacia el oeste, la ciudad del oro y de la riqueza material, al sur de España. Se embarcó pagando su pasaje y en el barco se acomodó a dormir despreocupadamente. “El Talmud y el Corán dicen que huyó del país en donde reside laShekinah, es decir la presencia de Dios”.[11]

     Los marineros son descritos de  dos maneras diferentes. Una como gentiles, para mostrar que Jonás se  encuentra justamente en el medio de aquellos, de los cuales pretendía  huir.  Ellos son descritos como elementos capaces y de una fe activa, dispuestos a enfrentar los peligros, confiados en su fe a sus dioses. Hombres de fe, temerosos de sus dioses y obedientes de sus mandamientos, pero además tolerantes y respetuosos de la fe del otro, del dios del otro.

     Echaron suertes y ésta  acierta a Jonás. Ahora este pasajero necesita presentarse, pues había estado ausente de las preocupaciones y oraciones de los marineros. Su argumento es: `Soy  hebreo y temo al Señor, el Dios del cielo, que hizo el mar y la  tierra'. Esto significa lo mismo como, en las estadísticas de hoy,  la palabra `religión', Jonás es hipócrita, pues no teme a Dios está huyendo de Él.[12] Sin embargo, el temor de los marineros era algo  diferente que la declaración religiosa de Jonás. Ellos estaban dispuestos a actuar bajo la voluntad del Señor de los mares de quien Jonás  hablaba. Mientras Jonás se refugia en la ortodoxia los marineros se sitúan en la ortopraxis.

     Jonás sólo habla de su fe y temor al Dios que hizo los cielos, los mares y la tierra, pero él no está dispuesto a obedecerle. Sin embargo, la fe de los considerados ‘gentiles o paganos’ es que ellos son verdaderos creyentes a su manera, estos hombres estaban decididos a la acción, eran hombres capaces de profesar una fe coherente. Ellos aquí están presentados como ejemplos de  humanidad, mientras que Jonás está cansado de la vida, no le interesa si vive o muere, le da igual. Él no es creyente fiel, ni tiene una fe coherente y activa en la vida, ni tampoco está dispuesto a amar a su prójimo.  

     Jonás reconoce que está huyendo de Dios y decide que le arrojen al mar para que se salve la embarcación, pues en su egoísmo lo único que anhela es la muerte.  El profeta toma conciencia que es por su culpa que mucha gente inocente está a punto de perecer, él en vez de ser un instrumento de bendición para su prójimo, se ha convertido en instrumento de maldición por culpa de su desobediencia.

     En el v.16, es  alcanzado el clímax del primer capítulo. Los marinos agradecen la salvación obtenida por gracia del Dios de los cielos, mares y tierra. Esto significa que no se trata de un temor pasajero, sino, en el lenguaje del autor, ellos ingresan en una relación duradera con el Dios de Jonás, en una  relación dirigida al futuro, en una relación ordenada.  Es decir, en una conversión al Dios de Jonás.

     Aquí en el barco el profeta sin desearlo es instrumento de evangelización y salvación para su prójimo, pues Dios lo usa a pesar de la negativa del profeta.  La obra misionera de la iglesia se hace posible, solamente por la gracia y misericordia de Dios, a pesar de los errores y limitaciones del ser humano.

5.-  Convertidos a Dios a pesar de la estrechez de mente y corazón del profeta Jonás.

     No es fácil concebir la acción salvífica de Dios abierta hacia toda la humanidad, concebir a un Dios ecuménico que ama más allá de las fronteras de la Iglesia.  La condición para que el ser humano, sin importar su raza y condición social, pueda alcanzar su salvación es el arrepentimiento.

     Sin embargo, a pesar que la voluntad de Dios está dispuesta sin condiciones, ella está mediada por la acción misionera del ser humano, el que aunque arrepentido y convertido, sigue siendo humano, finito, frágil y limitado en su concepción de Dios.

     Acomodándose entre los desechados de este mundo, la Iglesia está convocada a revisar continuamente sus actividades, posiciones y pronunciamientos. Es preciso dejar de ser como un Jonás contemporáneo, que no entiende su misión y no percibe la voluntad de Dios para el pueblo.  Pero el Espíritu de Dios actúa entre el  pueblo y mueve al pueblo por medios propios, que desafían nuestro  análisis coyunturales, políticos, económicos e históricos. Siempre  somos unilaterales y marcados por nuestra propia situación histórica. Privilegiamos determinadas visiones y ciertos ejes de conceptos sobre  la vida y sobre la historia. Y hacemos esto como grupo, clase e  individuos. Con esto perdemos la visión más amplia de la vida que  incluye sus misterios y los gestos pequeños y simples que dan origen a  sus grandes cauces. Es interesante que el Espíritu actúa exactamente  por ahí, sin violentar los códigos culturales y dando preferencia a los gestos que, entre los empobrecidos, generan las señales de que la  vida es siempre posible.

     En esta historia nos confrontamos con un Yahweh ecuménico,  universalista, que sobrepasa los límites del amor y misericordia que concibe Israel en su conciencia. Y es que a Yahweh le interesa la vida del pueblo, y del pueblo  empobrecido y oprimido, sin importar la condición social del ser humano.[13] Son ellos, que en el  drama de la vida, construyen la trama de la historia,  reconstruyendo  valores y abriendo caminos para la 'civilización del amor'.

     Nínive  era capital de Asiria, nación subordinada a la dominación persa, estaban bajo el mismo dominio y opresión que el pueblo hebreo. Pero nación pagana para estos, pueblo que en la historia los había oprimido por tanto tiempo, y que solo merecía el odio de los judíos. La  misericordia de Yahweh para los ninivitas era por eso incomprensible  para Jonás. ¿Sería posible salvar a los enemigos de Israel? ¿Darles la oportunidad de  vida, de la misma forma que era ofrecida a los hebreos? Jonás quedo  con rabia contra Yahweh y exteriorizo su rabia. Estaba ciego y ciego quedo. No tuvo visión para ver el Espíritu de Yahweh en medio del  pueblo empobrecido y oprimido de los asirios de Nínive.  Jonás pensó la historia con rigidez y estrechez. Él tenía como los demás hebreos el  sueño de la libertad y de la reconstrucción del Reino de Israel, pero se atemorizo ante la cerrazón de la historia impuesta por los Persas. Se encerró, junto con los líderes del Templo, ese sueño religioso, que se  transformó en un dogma, perdiendo así la fuerza de la vida en medio del  pueblo empobrecido y oprimido. Dejo de ser una bendición, un bien para los demás, porque paso a vivir en función de  sí mismo, de sus propias y limitadas visiones.

     La tragedia de las iglesias, a través de los tiempos, ha sido  su “auto-idenficación como pueblo exclusivo de Dios. Es esta la  repetición de la tragedia experimentada por el Israel bíblico.”[14] En  la experiencia del pueblo hebreo que el A.T. nos relata – a través del libro de Jonás - percibimos el desvío de Israel de la vocación a la que fue llamado. El conflicto  entre poder y servicio a todas las naciones se establece luego que  las elites de los dirigentes se entusiasman y se embriagan con las  posibilidades que el ejercicio del poder político, económico y  religioso,  les ofrece.[15] 

     La acción de los profetas, centrada en los valores éticos solidarios de la comunidad sin reyes, asume contornos  éticos y políticos muy claros y, choca de manera frontal y  definitiva con la versión religiosa institucional de la casa real de David. El pueblo de Dios deja de ser una nacionalidad constituida y estratificada para llegar a constituirse en la estirpe de los sufrientes, oprimidos y empobrecidos de este mundo. Es en medio de ellos que Yahweh está presente y actúa. Dios es la fuente, es  la fuerza y el poder de vida. Todo lo que produce más vida para los  que están en el valle de la muerte es señal de la acción de Yahweh.  Dios habla y actúa por medio de aquellos que,  aparentemente, no cuentan para los juegos del poder dentro de la  historia. Dios actúa por  medio de situaciones, iniciativas y actitudes de los empobrecidos que  intuyen, en medio de las condiciones de anti-vida, que tienen que  enfrentar los valores fundamentales de vida que Yahweh mismo  representa.[16]  

     Jonás, a pesar de su voluntad,  cumple la misión que le fue encomendada. Aquí él se involucra de lleno en la tradición profética, habla como alguien que  experimenta la suerte de los que sufren, de los empobrecidos, entrega  su mensaje, anuncia el mensaje aunque él no lo entienda. Otros son  los  intérpretes. En el segundo momento, capitulo 4, toma una posición contraria. Es otro. No representa ahora a la tradición de  los pobres, sino la mentalidad de los señores del templo, los dueños  de la interpretación de la ley. Su enojo se debe a la demora de la  ira divina contra los paganos. Se parece a los sacerdotes y jueces  que, desde Jerusalén administraban la alianza y como el imperio  habrían reducido la actuación de Dios en la historia y su propia  acción a partir de la ley del templo. Su orientación era la  misericordia de Dios para nosotros, sus juicios desbastadores para los  otros, para los ninivitas. Por eso se enoja porque Dios los trata como si fueran hebreos.  Pero el texto nos presenta apenas a Jonás como  protagonista. En verdad lo más importante en el relato son los otros.  En primer lugar tenemos a los marineros y luego a los habitantes de  la gran ciudad de Nínive y  a su rey. Al reconocer su infidelidad en el  capítulo 1, Jonás les da a los marinos la oportunidad para que  interpreten el mensaje del cual él es portador. Son ellos los que le  explican la profecía que él debía anunciar. Aceptan el mensaje que  Jonás tiene para transmitir, se convierten a Yahwéh, y se hacen hebreos. La debilidad, ignorancia y estupidez de Jonás, el profeta  enviado para el pueblo, en el caso de los marineros se despierta para  comprender su situación y actuar en consecuencia. Es la sabiduría y  la fuerza del pueblo, construida a través de su propia condición  histórica, social y cultural, que le permite interpretar el mensaje  que le es transmitido por alguien que no tiene la mínima noción de lo  que de hecho está ocurriendo. Pero Jonás en su límite se dobla  delante de esa interpretación y recupera la tradición de los pobres  de la cual era parte y depositario.

     En segundo lugar, tenemos a otro personaje tan importante  como los marineros del barco,  éste es el pueblo de Nínive. En el capítulo 3 el  escenario está compuesto por las calles de Nínive, incluyendo el  pueblo y su rey, quien se adhiere a la decisión del pueblo sin nada que  incorporar o imponer. Lo que nos interesa destacar aquí es el hecho  de que tanto en el capítulo 1 como en el capítulo 3 la atención del  texto recae sobre la reacción a la profecía. No sobre la persona del  profeta, sino sobre quien hace la interpretación de la Palabra. Así  mismo, su contenido y su significado, merece mayor atención. El  énfasis esta puesto sobre los intérpretes. De hecho, ellos son los  verdaderos protagonistas de la historia de Jonás. Su reacción es lo  que interesa. Así en el capítulo 3 la población es la primera en  reaccionar. Toma posición frente a las amenazas del profeta. Cree y  convoca a todos para el ayuno. Se trata de una reacción plena y  completa. El rey  junto a su  pueblo y en continuidad con  ellos asumen la misma actitud y se convierten. Se  trata  de una conversión a Yahweh. Ellos creyeron en el Dios de  Jonás, a pesar de la incapacidad del profeta para la realización de  su trabajo. La profecía por él anunciada contenía apenas cinco  palabras en hebreo (fue solo eso lo que él hizo). Nínive era una  ciudad grande y necesitaba tres días para recorrerla (3,3). Como el profeta sólo caminó un día, es  evidente que el pueblo, destinatario del mensaje, pasa también a ser  su portador al interpretar el sentido de las palabras de Jonás.[17] 

6.- La Salvación Dios la otorga hacia  toda la Humanidad sin exclusiones.

     Una de las principales tentaciones de un líder cristiano es el llegar a identificarse excesivamente con una determinada ideología, y reducir todo su quehacer misionero y evangelístico tan sólo a lo que esa ideología le permite concebir como ‘su misión’.

     Todo ser humano, así como es un ser social, también es un ser ideológico. Nadie puede escapar a la ideología, por lo tanto, como no podemos prescindir de ella, entonces  es necesario saber: ¿Qué tipo de ideología tenemos, y a qué tipo de intereses sirve?  De esta forma podemos tener conciencia de nuestra praxis, y saber hasta qué punto ésta es movida por nuestra fe o por nuestra ideología.   La ideología es un pensar sistemático  relacionado con la realidad de la historia, una forma de pensar que se convierte en la premisa absoluta por la cual se ve y juzga la vida. Ella puede ser religiosa, política, económica, social, cultural o étnica, y no está necesariamente unida y entrelazada solamente con las perspectivas absolutamente objetivas de aquella ideología política.  Por ejemplo: la ideología religiosa es algo con lo cual lidiamos todos los días, razón por la que necesitamos estar muy atentos, usando el sentido crítico, no permitiendo de esta manera que seamos llevados o persuadidos por ella.

     La ideología religiosa puede ser percibida en nuestro medio a través de detalles muy sencillos. Por ejemplo, de una forma general aunque no exclusiva, un hermano que provenga de un trasfondo religioso y cultural pietista tendrá una forma de ver la vida más cerrada, más conservadora,  al relacionarse con otro cristiano de otra confesión de fe más liberal, que se viste con el pelo largo y con barba. El hermano pietista imaginará que éste otro no ora, no lee la Biblia, ni tiene un compromiso con la evangelización. Y todo esto por una razón muy simple: él usa el pelo lago y tiene barba. Éste tipo de cristiano que juzga a los demás por las apariencias y prejuicios posee una exacerbada ideologización religiosa que no le permite aceptar a los demás cristianos que son diferentes a él.

     Con el profeta Jonás ocurrió algo muy parecido, él se dejó llevar por una ideología de una fe nacionalista exclusiva, que le lleva a considerar a los extranjeros como a seres que no son dignos de misericordia ni de salvación, esta forma de pensar tan estrecha le redujo su concepción de la grandeza y universalidad del Reino de Dios.

     En el capítulo 4 de Jonás  nos encontramos con un dialogo muy extraño. Jonás, portador del  mensaje de Yahweh, lo interpela de manera agresiva e irritada porque no entiende su lógica. Su visión de Dios se enmarca y se limita a la  misión religiosa del templo, que a su vez corresponde a los intereses  de la elite dominante aliada a los persas y que se beneficiaba de la  sujeción del pueblo hebreo a las imposiciones del poder persa. Los no  hebreos, es decir los paganos, estaban destinados a la ira divina de  Yahweh. Pero Dios resuelve salvar a los ninivitas, transformándolos  también en su pueblo. Señal de cambio, señal de irrupción de lo nuevo en una situación histórica aparentemente ya definida y cerrada. Jonás  cumple su tarea contrariado, con mala voluntad. Hace todo a medias. Nínive era una ciudad grande la que en tres días se podía recorrer entera; en cambio, Jonás sólo hizo un día de camino. Sin embargo el resultado es animador y sorprendente. El pueblo  responde a Yahweh y escapa de la condenación. Jonás queda amargado porque no era lo que él esperaba. La ira de Dios contra los no enmarcados en el modelo de pueblo de Dios exaspera al profeta. Y el texto termina con un final infeliz, Jonás está muy amargado sin poder entender y mucho menos  responder a la pregunta crucial de Yahweh sobre la necesidad de  misericordia para con el pueblo de Nínive.

     Es necesario comprender que cualquier perspectiva ideológica que tengamos en la vida, si nos dejamos avasallar por ella ésta irá mutilando, maltratando, alejando, cortando, dilapidando y disminuyendo la realidad. La vida es mayor que cualquier ideología. Sólo la genuina revelación bíblica es del tamaño de la realidad toda. Por eso afirmamos que ni la política, ni nuestra visión religiosa no lo son todo. Especialmente cuando pensamos y vemos la realidad desde el punto de vista de Dios.        

     Jonás no logró discernir esto. La ideología nacionalista se convirtió en una realidad absoluta en su vida. Lo extraño de todo esto es que un sentimiento de un odio oculto comenzó a invadirle el corazón. Su visión del mundo comenzó entonces a cambiar. El Reino de Dios ya no era ni la primera ni la última preocupación de su vida, aunque sus luchas él las diera en nombre del Reino de Dios. La sobre ideologización de su vida le alteró toda su cosmovisión.

     El exceso ideológico de Jonás pasó a determinar su actitud misionera. Jonás sólo quería ver en el horizonte de la vida lo inmediato de la historia, quedando incapacitado de percibir que también existen otros elementos que la componen, los que no siempre son  históricamente mensurables y perceptibles.  Dejó de ver aquellas cosas invisibles de la vida, y que a pesar de su intangibilidad desempeñan un papel decisivo en la consecución de la experiencia humana en este planeta.

     Cuando se absolutiza una determinada visión ideológica, se pasa a tener una preocupación sólo por aquello que puede estar relacionado con las causas políticas y los intereses inmediatos, sean ellos sociales, económicos o políticos de su pueblo. Cuando esto ocurre una de las primeras cosas que sucede es la alteración de la visión misionológica, pues la perspectiva de la misión ya no viene a ser guiada por lo que dice la Biblia sobre ella, sino que es reducida a la cosmovisión del misionero. La primera cosa que ocurrió con Jonás fue que el dejó de estar preparado para la misión como un todo integral, profundo, que toma en consideración las múltiples dimensiones del propósito de Dios en la historia, reduciendo su visión misionera a la dimensión político-histórica.  La visión  misionológica de Jonás fue reducida en función de su visión ideológica. Su actitud obstinada contra Nínive no es el resultado de su sentido de justicia, sino de su condicionamiento ideológico.

     Con los que están fuera de las fronteras de Israel, Jonás no usa el mismo criterio de justicia generosa y de gratuidad. Sin embargo, para los que estaban de su lado, su pueblo, él era todo amor y generosidad. Esta ambigüedad es la que se encuentra en la mayoría de los que se dejan empantanar en las ideologías.

     El exceso de ideologización también perjudicó el ministerio evangelístico de Jonás. Pues el llamado de Dios para que él predicase a los ninivitas le sonaba como traición a su pueblo empobrecido y oprimido, el que eran tan pecador como los ninivitas.  Cuando la  ideología se asocia con la teología, entonces se unilateraliza nuestra visión del pecado. En este caso el pecador no es aquel que peca contra los mandamientos de Dios, sino aquel que transgrede los absolutos de nuestra ideología.

     Esto es fácil de comprobarlo en la práctica de Jesús de Nazaret. Él se relacionó con todo tipo de personas: con los pobres y oprimidos, pero también con los ricos y poderosos. Y él actuaba así porque la entrada al Reino de Dios sólo es posible a través del arrepentimiento.

7.- La Compasión de Dios frente a la compasión humana.

     Vivimos en medio de una era de muchos adelantos tecnológicos y de un gran desarrollo de la ciencia.  Con todos estos descubrimientos científicos podemos darnos cuenta del gran poder que el ser humano ha alcanzado, pero también todo este conocimiento seduce al ser humano y lo lleva a concebirse como un ser autónomo, sin Dios, en medio de una vida en donde sólo lo material y lo técnico tiene sentido. Vivimos en medio de un mundo que sufre de una aguda pobreza e ignorancia espiritual. Hemos creado un mundo sin alma.

     Hemos creado una sociedad que sólo sabe producir, acumular y consumir, pero desconocemos el significado de la palabra ‘compartir’. Nos hemos vuelto insensibles al dolor y sufrimiento del excluido, pues no le consideramos como una persona, hecho también a imagen y semejanza de Dios. A pesar de tanto conocimiento y desarrollo, no somos capaces de ver el mundo y la vida con los ojos de Dios.

     Muchas veces nos resulta más fácil expresar nuestro amor solidario en medio de un pequeño grupo de hermanos(as) más cercanos y conocidos, que a aquellas personas que no conocemos. Nos olvidamos que Jesús nos manda amar incluso a nuestros enemigos. También, hoy día, a muchas personas sumidas en un individualismo extremo, les resulta más fácil amar a sus mascotas (perros, gatos, etc) que a otro ser humano.

     Sin embargo, todos sabemos que la "Biblia es la Palabra de Dios" y que la esencia de Dios es el "amor/solidaridad" o “amor ágape”. De tal manera, que se hace necesario precisar en nuestra vida bombardeada diariamente - por los medios de comunicación - con el consumismo e individualismo del actual Sistema Económico ¿Dónde tenemos puestas nuestras prioridades? ¿Qué es lo más importante para mi vida, lo material o la vida en comunidad? No solo de pan vivirá el hombre, fue la respuesta de Jesús a Satanás (Cf. Lc 4:8).

     Como cristianos somos los intermediarios entre la Palabra de Dios y la humanidad, es por esta razón que debemos asumir la responsabilidad que esto significa, y preguntarnos ¿Cuál es el mensaje que realmente estamos proyectando como Iglesia/comunidad hacia afuera? ¿Hasta qué punto estoy permitiendo que la voluntad de Dios sea realizada en mi alrededor? ¿Es mi vida un verdadero testimonio viviente de la salvación que Cristo me ha otorgado por gracia y misericordia?

     Es decir, mi actitud activa/pasiva ayuda o dificulta la manifestación de la voluntad de Dios. El libro de Jonás es una maravillosa enseñanza de esta intervención humana en la Palabra de Dios. Jonás refleja la visión estrecha de un israelita que sólo ve en su compatriota a una persona digna de misericordia, pero que no se atreve a ver más allá de su propia sociedad y ver en otros seres la imagen de Dios.

     Jonás termina con una ironía, pues este profeta es capaz de tener compasión por una calabaza, pero no siente la misma misericordia por las cientoveintemil personas que viven en Nínive, la capital Asiria.  La  última palabra que se graba en la memoria de está ironía está al final del libro,  4,10-11: “Tienes compasión de la planta...no he yo de tener  compasión de Nínive...” El concepto hebreo (hys) equivalente a este ‘tener  compasión’, probablemente nunca era citado en los cultos de entonces.  En ellos se hablaba de ‘piedad’ y ‘gracia’, ‘bondad’ y ‘pena’. La  palabra ‘compasión’ es una palabra moderna en aquella época. Además,  sólo raramente ella aparece en la Biblia. Es una palabra profana que  significa: las entrañas se revuelven en gran nerviosismo.[18] 

     Dios invita a Jonás a ver la vida y el mundo con sus ojos, ojos llenos de compasión, sensibles por el dolor y perdición de su prójimo.  El relato de lo sucedido a Jonás es una clara enseñanza de que la Palabra de Dios puede ser ayudada o entorpecida por la dureza, egoísmo y porfía de un creyente, en este caso de un profeta.

     Jonás no quiere obedecer a Dios ¿Acaso no hay temor en Jonás? ¿Cómo puede suceder que un profeta no quiera obedecer a la Palabra de Dios? ¿Cuál es la razón por la que Jonás no quiere obedecer a Dios? La respuesta la tenemos en el capítulo 4,2: “¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal."

     Jonás no desea que Nínive (el pueblo Asirio) se salve, no desea perdonar a un enemigo que le hizo tanto mal a Israel. Sabemos que Asiria fue uno de los imperios más crueles que deportó a Israel, el Reino del Norte, en el siglo 8 a.C. Jonás se deja llevar por sus sentimientos de odio, rechazo y por un nacionalismo que desea aprisionar a Dios entre las fronteras nacionales, y por eso no obedece a Dios.

     Sin embargo Dios frente al arrepentimiento del pecador se conmueve en su misericordia, y en su amor perdona, y cambia su juicio. Los marineros en el barco se arrepintieron (cf. 1,14-16; 3,5-8). Dios tiene misericordia de la vida humana.

     Jonás, sin embargo, tiene misericordia de la "calabaza", una planta que él no plantó ni regó, pero se angustia cuando ésta se seca y se enoja con Dios. ¿Dónde estaban puestos los valores de Jonás? Pero frente a la falta de misericordia de nuestra sociedad materialista debemos preguntarnos ¿cuáles son nuestros valores como cristianos? Muchas veces sentimos más misericordia por un animalito, nuestras mascotas, pero somos totalmente insensibles al dolor de los seres humanos que deambulan por la calles pidiendo limosnas sin tener un techo que les cubra.

     Como cristianos(as) diariamente estamos predicando "La Palabra de Dios", pero como predicadores hasta que punto somos obedientes a esta Palabra Divina, es decir, hasta que punto nuestros intereses personales no son un obstáculo para la manifestación de la "voluntad de Dios". No debemos olvidar que nuestro único objetivo al predicar la "Palabra de Dios" es la edificación del Cuerpo de Cristo. Así, los que oigan el juicio de Dios tendrán su oportunidad para arrepentirse, y buscar su salvación en Él. Y Dios hará manifiesta su voluntad con ellos, y no nuestra voluntad. Por lo tanto, en nuestra obra misionera sólo debemos obedecer el mandamiento de Dios y anunciar la llegada de su juicio. El resto queda en manos de Dios.


8.- Conclusiones y aplicaciones para una Iglesia que vive su misión en la posmodernidad.

     La posmodernidad demanda al cristianismo una revisión de sus postulados eclesiológicos y misionológicos. Especialmente desde América Latina como un continente que reúne múltiples dimensiones entre lo premoderno - moderno - postmoderno, el desafío a las iglesias protestantes es a entrar plenamente en el discurso y praxis de los valores protestantes acuñados en la modernidad. La idea de la "muerte del sujeto" no debe suponer el fin de la razón crítica, especialmente frente a las desigualdades sociales que cada día se hacen más abismantes.

     Vivimos en medio de un continente latinoamericano de cultura mayoritaria católica que ha impregnado nuestra cultura con sus valores, especialmente con una concepción de Iglesia que se maneja y estructura en torno a una teología del poder.
     Por otro lado, la posmodernidad nos obliga a revisar nuestros modelos eclesiales protestantes implantados en nuestro continente, los que en su gran mayoría, en las iglesias tradicionales, han sido inculturados bajo modelos foráneos. La realidad demanda una revisión de ellos y una involucración participativa de todos los miembros de la comunidad de fe.

Desde un punto de vista de la sociología de Max Weber, debemos preguntarnos: ¿Hasta qué punto la tradición eclesial denominacional condiciona nuestra concepción de poder? Es decir, cuál es la preferencia por lo: burocrático, lo tradicional y lo carismático. Creo que en esta lectura una hermenéutica interconfesional nos podría aclarar que tradición evangélica enfatiza más que cosa. Esto nos sitúa frente a la realidad de una multiplicidad eclesial, las que articulan diferentes paradigmas: burocrático, tradicional, carismático. Y nos desafía frente a la misión del diálogo ecuménico e interdenominacional confrontarnos con una nueva Torre de Babel, en donde nadie logra comunicarse y comprenderse, porque vivimos y actuamos en paradigmas eclesiales diferentes.

Por otro lado, como cultura chilena idealizamos el ‘poder vertical’ asumiendo que el ‘poder gubernamental’ es la instancia que asegura el orden social. Por lo tanto, el poder institucional está muy arraigado en la cultura chilena. Lo curioso es que este mismo concepto prevalece en la Iglesia Católica, donde la unidad de la Iglesia la aseguran los religiosos consagrados (obispos).

Sin embargo, el mundo evangélico chileno – en su gran mayoría- es un mundo totalmente atomizado y autónomo que obedecen a su líder o pastor fundador. Los evangélicos no reconocen una instancia unitaria, la unidad prevalece solamente en algunos sectores eclesiales a fines, pero el resto está siempre ausente de esta búsqueda de la unidad. Frente a este vacío de unidad evangélica/protestante, tal vez sería necesario implementar, de una vez por todas, el reglamento interno a la ley de cultos, para regular y clarificar la identidad evangélico/protestante de las iglesias acogidas a la nueva ley y así ser reconocidas legalmente y diferenciadas de aquellos grupos pseudo-evangélicos.

Lo importante es mantener un balance entre el carisma y poder, ya que lo burocrático y carismático se encuentran disociados tanto en la Iglesia Católica como en las Iglesias Evangélicas. Si bien es cierto, que vivimos en una sociedad que nos reconoce y nos llama a una institucionalización, debemos aprender a balancear el poder burocrático con el carismático, sin perder la esencia del poder de Dios en la Misión de la Iglesia. Sin embargo, la posmodernidad nos desafía a orientarnos más fuertemente por la ‘tradición’, pues los nuevos movimientos religiosos neo-carismáticos se alejan de toda norma y valor que los identifique como miembros de la familia Protestante-evangélica.
    
Asumir la cuestión del poder, frente a la seducción de las "mega-iglesias" cuyos modelos de centralización del poder en manos de unas pocas personas, hace surgir grupos periféricos marginados del poder, situación que atenta en contra del Evangelio de Jesucristo.'' El poder revelado por Jesucristo en los Evangelios es el poder para servir, este estilo de poder nos conduce al Reino de Dios. Y bajo este tipo de poder florecen los carismas que el Espíritu Santo entrega a su Iglesia.
   
  En medio de un mundo posmoderno dominado por la ciencia y la tecnología de las telecomunicaciones existen y se difunden muchos mensajes, la mayoría alienantes y deshumanizantes. Mensajes que enseñan cómo alcanzar el éxito, cómo acumular bienes, cómo ser competitivos y llegar a ser el número uno, cómo tener cada día más sin preocuparse del prójimo y de la justicia social, etc. Mensajes que nos llegan por los medios más sofisticados y que pretenden seducirnos a cada instante. En medio de esta realidad el Espíritu Santo continúa soplando estruendosamente, como un viento recio, en el corazón del ser humano. El nuevo Pentecostés que el Espíritu Santo derrama sobre su iglesia, le dan la oportunidad para salir de la pasividad y sumarse al poder creativo de la Palabra de Dios, viviendo esa experiencia con Cristo y testificando de ella a los que aún no la conocen.

     Jonás nos enseña a no dejarnos encerrar por nuestras concepciones doctrinales que describen y conciben a Dios de una manera determinada, y a no ver a los demás como opositores a nuestra forma de creer y concebir la fe.


[1] Freddy Guerrero Fariño – Yattenciy Bonilla Cerquera, Nuevas Formas de Poder. Movimientos apostólicos y mesianismos “evangélicos”. FLEREC-FLET-CLAI, Quito-Ecuador, 2005, 127p. Especialmente la primera parte titulada: “El Movimiento Apostólico contemporáneo. Una lectura neotestamentaria desde la clave del “poder”. Aporta muchas intuiciones respecto del cristianismo y del poder en América Latina.
[2] Max Salinas, Historia del Pueblo de Dios en Chile. CEHILA- REHUE, Santiago, 1987, p.28.
[3] Pedro Jaramillo Rivas, Jonás. En: Santiago Guijarro Oporto – Miguel Salvador García (Ed.), Comentario al Antiguo Testamento. Tomo II, 2º edic., La Casa de la Biblia, Atenas-PPC-Sígueme-Verbo Divino, Navarra-España, 1998, pp.341-342.
[4] Vincent Mora, Jonás. CUADERNOS BÍBLICOS 36, 4º edic., Verbo Divino, Navarra-España, 1988, p.27.
[5] Xavier León-Dufour (Dir.), Vocabulario de Teología Bíblica. Vol. 66, Herder, Barcelona-España, 1965, p.623.
[6] Reginald Goff, La Oración. Una aventura emocionante. CUPSA, México, 1974, p.52.  Debo esta concepción de ‘poder’ a este autor quién, desde la perspectiva espiritual lo define como: “El poder es energía en movimiento, no es poder si no está en movimiento.”
[7] Jean C. McGowan, “Jonás”, p.754. En: Raymond E. Brown (Y Otros), Comentario Bíblico “San Jerónimo”. Tomo II, Cristiandad, Madrid, 1971.
[8] Harry F. Baughman, “The Book of Jonah”, p.835. En: Herbert C. Alleman – Elmer F. Flack, Old Testament Commentary. A General Introduction and a Commentary on the Books of the Old Testament. The Muhlenberg Press, Philadelphia – Pennsylvania, 1951.
[9] Zwinglio Días, “Jonás: La fragilidad del profeta suscita la sabiduría y la fuerza del pueblo”. BIBLITO año 07 (1991) nº 42, p.4.
[10] Hans Walter Wolff, “A Bíblia é Palabra de Deus ou Palabra de Homens? Reflexão sobre o problema, baseada em uma explanação do libro de Jonas.” En: H.W. Wolff – J. Moltmann – R. Bohren, A Bíblia Palabra de Deus ou Palabra de Homens? 3º edic., Sinodal, São Leopoldo-Brasil, 1987, p.8.
[11] Vincent Mora. Op. Cit., p.9.
[12] Hans Walter Wolff. Op. Cit., p.11.
[13] Zwinglio Días. Op. Cit, p.8
[14] Idem, Ibidem., p.6.
[15] Idem., Ibidem.
[16] Idem., Ibidem.
[17] Zwinglio Días. Op. Cit., p.7.
[18] Hans Walter Wolff. Op. Cit., p.38.

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