Este escrito busca
responder a la solicitud hecha para la Conferencia Metodista
2009, de la Iglesia Metodista
de Chile. Los temas a tratar son sobre antropología, sociedad y mundo (creación),
desde la óptica wesleyana. Se espera que con ello, puedan emanar ejes temáticos
y prácticos que provean insumos para la misión que el metodismo chileno tiene
que realizar en el tiempo actual.
En el intento de
hacer el enlace entre el ayer y el hoy en el plano de la teología wesleyana, es
necesario tener en cuenta las siguientes cuestiones:
a)
El movimiento metodista surge en
la frontera de una iglesia oficial. No podemos comparar nuestro contexto
eclesial con esa realidad. El metodismo primitivo es una alternativa a la Iglesia, desde el interior
de la iglesia misma. Allí está el primer margen.
b)
Los primeros metodistas, a pesar
de estar en la frontera participaban de la iglesia oficial; es más, la
consideraban en su práctica como “un medio de gracia”. Sin embargo, ese
metodismo primitivo asume cruzar la línea demarcatoria que separa la iglesia de
la sociedad, especialmente solidarizando con los más pobres y excluidos. Allí
está el segundo margen.
c)
Si hay algo intrínseco que el
metodismo tuvo desde sus orígenes, eso fue: impulsar y permitir experiencias y
procesos de renovación, transformación y cambio. Esta trasformación comenzaba
por la persona humana, en su relación con Dios, con ella misma y con sus
semejantes. Allí hay un tercer margen.
Es importante resaltar
estas observaciones preliminares, puesto que ello nos facilita recuperar una
herencia, aunque sin homologar la realidad del metodismo primitivo en forma
automática con nuestra realidad metodista chilena. El desafío es ensayar
respuestas, buscando hacer del metodismo actual una iglesia con significación e
impacto en la actualidad. Para ello, se podrán re-significar las opciones del
metodismo de ayer o intentar otras opciones pastorales que sugieran algo nuevo.
En cualquier caso, la herencia que tenemos nos otorga luces de identidad, para
que cualquiera sea el rostro actual del metodismo, corresponda al espíritu que
guió a los fundadores de este movimiento.
En lo que
corresponde a este trabajo, nos sumergiremos
por unos instantes en la forma en que Wesley entendió a Dios y la obra
de él, especialmente hecha visible en Cristo y transmitida por medio del Espíritu
Santo. En dicha comprensión de la fe la teología wesleyana tiene alcances que
abarcan al ser humano en su
individualidad, para su vida en sociedad,
y su relación con la creación como un todo. Estas
expresiones no se hacen desde el vacío, son el resultado de una experiencia
personal con Cristo, lo que permite una nueva visión de todas las cosas, donde
todo queda expuesto al llamado a un cambio; sin que la misma iglesia se escape
a ello. En tal sentido, para Wesley la compresión de la fe, la inteligencia de
ella, el acto de comprender y entender a Dios en su obra, no es un mero
ejercicio intelectual. Su teología proviene desde su propia experiencia de
salvación. Por ello, acertadamente hay quienes han declarado que en Wesley la teología
es soteriología.
Pero, adentrémonos
en cada uno de los temas ya enunciados, con el propósito de colocar nuestros
ojos ante el lente y quedar expuestos a ver lo que aparezca. Este lente no es
un lente cualquiera, es la fe en Jesucristo.
I - Persona
En su antropología
tres pueden ser las referencias que en Wesley nos pueden ayudar a dilucidar por
dónde va su teología en esta área: la imagen de Dios, el pecado original y la
obra de Dios en Cristo por nosotros.
1.1 – La imagen de Dios (imago
Dei)
A pesar de ser esta
una clave bíblica (Génesis 1:27), no obstante en la historia de la teología no
ha sido suficientemente tratada, con excepción de los padres de la Iglesia (siglos II-IV),
especialmente en Oriente. Y, en las ocasiones en que ha sido abordada, la imago
Dei ha originado dos tendencias bien claras en la teología. a) Para unos la
imagen es entendida como atributos o cualidades específicas (pureza, dominio,
obediencia, amor, etc.). b) Para otros la imagen es entendida como “relación
con Dios”. Se trata de una relación fundamental entre el ser humano y Dios. El
ser humano sería lo que corresponde a Dios. Juan Wesley se identifica con esta última
perspectiva, representativa de los padres de Oriente, la que en la historia de
la teología no tuvo tanta resonancia como la alternativa primera,
representativa de la teología de occidente.
Entre las dos
opciones que ha tenido la imago Dei,
se pueden apreciar marcados presupuestos, los que entre si representan acentos
que se colocan en polos diferentes. En la primera alternativa, es decir la
imagen como atributos humanos, se enfatiza la capacidad humana, la condición
humana como tal. En cambio en la segunda, es decir la imago con su acento en la
relación con Dios, el punto relevante está en la gracia de Dios capaz de
producir esa relación.
El ser humano como
imagen de Dios, es la primera y principal clave para entender la teología
wesleyana. Es una teología volcada a la antropología, partiendo de una
concepción positiva del ser humano, con la cual fue formado por su Creador.
“«Y Dios», el
Dios trino, «dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó.»2
No solamente a su imagen natural, figura de su propia inmortalidad, un
ser espiritual dotado de entendimiento, libre albedrío y diversos afectos;
no meramente a su imagen política, gobernador del mundo inferior, que «señoree
en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la
tierra...»,3 sino mayormente a su imagen moral, la cual,
conforme al apóstol, es justicia y verdadera santidad.4 Conforme
a esta imagen de Dios fue hecho el ser humano.”[2]
A pesar de que
Wesley hace el distingo entre creador y criatura, uno no es el otro, sin embargo
entre ambos hay una relación, una inter-relación. Esta relación es propiciada
por quien es el Creador. El ser humano en la época primordial no es algo ajeno
a Dios. No se trata de algo que el Creador hizo y del cual no se pueda saber su
procedencia. Al contrario, el ser humano en su condición de criatura lleva la
imagen de su Creador. Esta imagen no es algo estático, no se trata de una señal
inerte, más bien se trata de condiciones que el ser humano trae consigo, a
causa de la relación que Dios ha dejado impresa en él.
“Dios es amor;5 por
consiguiente el humano, al ser creado, estaba lleno de amor, el cual era el
principio único de todos sus estados de ánimo, pensamientos, palabras y
acciones. Dios está lleno de justicia, misericordia y verdad: así era el humano
al salir de las manos de su Creador. Dios es pureza inmaculada: y así era el
ser humano en el principio, puro, sin mancha pecaminosa alguna. De otro modo
Dios no hubiera podido declarar que el humano era tal como todas las otras
obras de sus manos, muy bueno.6 Esto hubiera sido imposible si el ser
humano no estuviese puro de pecado, y lleno de justicia y verdadera santidad.”[3]
El ser humano podrá tener ciertas
cualidades, pero es a causa de lo que Dios dejó en él. Si el hombre/mujer ama,
es porque su Creador es amor; si el hombre/mujer es justo, es porque su Creador
es justo. Wesley enfatiza que estas fueron las condiciones esenciales y
primordiales cuando el ser humano fue dado a luz por Dios. En su condición y
realidad primera, el hombre/mujer no fueron llamados a su existencia sin que
hubiera en ellos una identidad otorgada por Dios, la que tenía alcances
naturales (con entendimiento), políticos (capacidad de gobernar) y morales (para
vivir en santidad).
Es gracias a
esta relación que el Creador establece con sus criaturas desde el
comienzo que se puede sustentar el concepto de imago Dei, más que una simple información de fábrica. La imago Dei otorga al ser humano un
estatus especial, con consecuencias prácticas y contextuales. Esta afirmación
fue producida durante el exilio (s. VI), siendo una afirmación de la dignidad
humana en un contexto en que el ser humano está siendo despojado de esta
condición y humillado. Este concepto, no siendo genuinamente de origen hebreo,
intentaba mostrar que no solamente el rey podría ser imagen de Dios. Según
Génesis 1, hombre y mujer son imagen de Dios, esto es, toda la humanidad.
Con todo, esta condición de imago Dei, para Wesley puede ser una
referencia fundamental, sin que con ella se pueda sostener una cierta inmunidad
por parte del ser humano después de haber sido creado. Así lo expresa el propio
Wesley:
“Pero aunque el humano fue hecho a imagen de
Dios, sin embargo no fue hecho inmutable. Esto hubiera sido incompatible con el
estado de prueba en que Dios quiso colocarlo. Por lo tanto, fue creado capaz de
permanecer firme y sin embargo sujeto a la posibilidad de caer.”[4]
Con ello pasamos al segundo elemento que se
desprende en la teología de Wesley en lo referido a la condición humana. El
hombre/mujer, siendo imagen de Dios, también es pecador.
1.2
– El pecado original (la caída)
Siguiendo a los grandes reformadores, Wesley
no cree que el pecado sea un estado adquirido en algún momento, o se trate de
hechos aislados, sino que es una realidad que todos los seres humanos tienen
como producto de ser hijos de Adán. El pelagianismo ya había abierto la polémica
a este respecto en el siglo V, proponiendo que los seres humanos aun después de
la caída tenían la libertad para escoger entre el bien y el mal. Wesley, que también sigue a Agustín en este
punto, se opone a este tipo de
pensamiento. El toma distancia de estos planteamientos que en su época estaban
siendo retransmitidos por un tal Sr. Hobbes y más bien subraya lo que establece
Génesis 6:5 “Yahvé vio que la maldad del hombre en la tierra era grande y que
todos sus pensamientos tendían siempre al mal”. Esta tradición en la teología
wesleyana queda suficientemente explicita en el art. de Fe VIII, donde los
metodistas declaramos: “La condición del
hombre después de la caída de Adán es tal que no puede volverse ni prepararse a
si mismo por su fuerza natural y propias obras, para ejercer la fe e invocar a
Dios; por tanto, no tenemos poder para hacer obras buenas, agradables y aceptas
a Dios, sin que la gracia de Dios por Cristo nos capacite para que tengamos
buena voluntad, y coopera que nosotros cuando tuviéremos tal buena voluntad”.
De acuerdo a la visión que Wesley tiene, él
separa un primer periodo de la historia humana entre los orígenes y el diluvio,
tiempo suficiente que le sirvió a Dios para hacer un balance de aquello que había
creado. Esta evaluación divina, según Wesley, arroja una evaluación enteramente
negativa para los seres humanos. El proyecto original se ha contaminado, ha
sido pervertido por la acción humana, Dios no tiene dos opiniones a esas
alturas. Así lo resume Wesley en sus escritos:
“…voy a mostrar cómo eran los seres humanos
antes del diluvio. Y podemos confiar plenamente en el informe que aquí se nos
da. Porque Dios lo vio, y el no puede ser engañado. El «vio que la maldad
de los hombres era mucha». No de este o de aquel individuo; no solamente de
unos pocos; no apenas de la mayoría, sino del humano en general, de los seres
humanos universalmente. La palabra incluye a toda la raza humana, a todo
participante de la naturaleza humana. Y no es fácil para nosotros estimar su
número, decir cuántos miles y millones eran. Entonces la tierra preservaba
mucho de su belleza primitiva y de su fertilidad original. La faz del mundo no
estaba desgarrada y violentada como ahora; primavera y verano iban de la mano.
Por lo tanto, es probable que proporcionara sustento para muchos más habitantes
que los que ahora es capaz de sustentar. Y estos deben haberse multiplicado
enormemente ya que los humanos engendraron hijos e hijas durante un total de
seis o siete siglos. Sin embargo, entre todo este número inconcebible de
personas, solamente Noé halló gracia ante Dios.14 El solo (quizás
incluyendo parte de su familia) fue la excepción de la maldad universal, la
cual, por el justo juicio de Dios, trajo la destrucción universal poco tiempo
después. Todos los demás fueron participantes de la misma culpa, así como lo
fueron del mismo castigo.”[5]
En este estado, Wesley entiende que el
proyecto original ha sido boicoteado. Lo que hizo decir a Dios que “era bueno”,
ya no lo es. Ahora la opinión es otra. Ello, sin embargo, no será una
evaluación circunscrita a un momento, muy por el contrario, Wesley entiende que
esto se proyecta y crea una condición que demarcará la realidad de los seres
humanos en cuanto a su relación con Dios. Esta consecuencia se manifestará
indefinidamente en los seres humanos, hasta que el mismo Dios produzca otro
acontecimiento que permita revertir el hecho.
“Las Escrituras previenen que por la
desobediencia de un hombre todos fueron constituidos pecadores;2 que en
Adán todos mueren,3 mueren espiritualmente, habiendo perdido la vida
y la imagen de Dios; que Adán, caído y pecador, engendró un hijo a su semejanza;4
ya que no era posible que lo engendrara a ninguna otra semejanza, porque ¿quién
puede obtener algo limpio de lo inmundo? “[6]
En la
teología de Wesley, esta caída es producto del quiebre de la relación de parte
de los seres humanos ante Dios. Si la imagen indicaba relación, el pecado ahora
significa rebelión. Si la imagen era comunión, el pecado ahora es la autonomía.
Si la imagen era lo correlativo a Dios, el pecado ahora es la antitesis del
Creador. Según Wesley, en esta nueva fase no existe condición natural alguna
que exima a los seres humanos de esta condición. El declara:
“…no tenemos razón para creer que hubiese
alguna interrupción de ese mal. Porque Dios, quien vio que todo designio de
los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal,
asimismo vio que siempre era lo mismo, que era de continuo, cada año,
cada día, cada hora, cada momento. Nunca se desviaba hacia el bien.”[7]
Esta realidad, según Wesley, traspasó la época
del diluvio. Puesto que tanto profetas como apóstoles, cuando describen la condición
humana no dan cuenta de que haya habido un cambio. Sin la gracia de Dios, ya
los pensamientos del ser humano continúan siendo malos y Wesley subraya
“continuamente”. No se trata de un balance que se funda en una replica
histórica, sino la “experiencia diaria” lo confirma en todos los seres humanos.
Así también queda registrado en la tradición estampada en el art. de Fe VII
cuando habla sobre el Pecado Original: “El
pecado original no consiste (como falsamente aseveran los pelagianos) en la
imitación de Adán, sino que es la corrupción de la naturaleza de todo hombre
engendrado en el orden natural de la estirpe de Adán, por lo cual el hombre
está muy apartado de la justicia original, y por su misma naturaleza se inclina al mal, y esto
continuamente”.
Pero, ¿Qué resta para el ser humano en estas
condiciones?, ¿existe algo que le pueda librar de este estado al cual ha caído?,
¿qué hecho o condiciones pueden permitir revertir esta situación a favor de los
seres humanos? Eso es lo que intentamos ver a continuación, al resaltar la obra
de Dios en Cristo, como acto decisivo
para librar a los seres humanos.
1.3
– La reconciliación (justificación por la fe)
En este punto Wesley ofrece una
interpretación teológico-pastoral sumamente atractiva. Normalmente cuando se
habla de la obra de Dios en Cristo para favorecer a los seres humanos, el
énfasis está en el marco de un tribunal de justicia. En no pocas ocasiones la
misma Biblia se sirve de estas metáforas. Pablo por ejemplo habla de que en Cristo se anuló el acta de los
decretos que nos era contraria, la que termina siendo clavada en la cruz
(Colosenses 2: 13-15). En toda esta aproximación, lo que Dios hace ante el ser
humano es declararlo inocente, otorgándole una espacie de indulto, restituyéndolo
de los graves asuntos pendientes que tenia frente a la ley. Cabe señalar que
estas metáforas son las que han prevalecido en la teología occidental.
Wesley, sin embargo, otra vez muestra su
dependencia con la teología de oriente, dejando de lado la imagen del juez, de
la corte, del acusado y todo ello. Wesley quiere hablar más bien de la
condición del ser humano como un enfermo y de Dios como el medico. La metáfora
de Wesley es más terapéutica que jurídica, es más pastoral que legal, es más
personal que formal. Con esta mirada tiene que ver lo que Wesley considera
esencial en la religión cristiana, lo que el denomina la naturaleza de ésta:
“… cuál es la naturaleza propia de la
religión, de la religión de Jesucristo. Ella es terapeía psykés (terapia
del alma), el método divino para sanar un alma que está de tal modo enferma.
Aquí el gran médico de las almas aplica la medicina para curar esta enfermedad;
para restaurar la naturaleza humana, corrompida totalmente en todas sus
facultades. Dios sana todo nuestro ateísmo mediante el conocimiento de él mismo
y de Jesucristo, a quien ha enviado; dándonos fe, divina evidencia y convicción
de Dios y de las cosas de Dios; en particular de esta importante verdad: Cristo
me amó, y se dio a sí mismo por mí.49 Mediante
el arrepentimiento y la humildad de corazón la enfermedad mortal del orgullo es
curada, la enfermedad de la obstinación mediante la resignación, una mansa y
agradecida sumisión a la voluntad de Dios. Y para el amor al mundo en todas sus
ramas el amor a Dios es el remedio soberano. Ahora bien, esto es la religión
correcta: la fe que obra por el amor,50 produciendo una humildad
mansa y genuina, la muerte total al mundo, junto con una amante y agradecida
aceptación de toda la voluntad y la
Palabra de Dios y una conformidad a ellas.”[8]
Este punto es fundamental, puesto que inevitablemente
se trasforma en una clave para el ser metodista en cualquier tiempo, en términos
de por dónde dirigir la acción. ¿Cuál es el punto central en el quehacer de la Iglesia, en torno del cual
debe girar todo lo que ella haga? Siguiendo las huellas de la tradición
wesleyana, lo que se desprende para el ser
y hacer de la Iglesia, ello sería:
aliviar, sanar, anunciar que en Cristo Jesús y el amor que él tuvo por la
humanidad y por cada persona en particular está en juego una experiencia de
transformación total de la vida. No existiría otra cosa tan esencial para los
metodistas como esta. Este sería el objeto de la misión (el asunto al cual la
iglesia debe abocarse). Es esta práctica, más que ninguna otra, la que permite
hacer que Dios como protagonista primero produzca la restauración de su imagen
en cada ser humano:
“Sabéis que la gran finalidad de la religión
es renovar nuestros corazones a la imagen de Dios, reparar aquella pérdida
total de la justicia y de la verdadera santidad que padecimos por el pecado de
nuestro primer padre. Sabéis que toda religión que no dé respuesta a este fin,
toda la que se detiene lejos de esto, de la renovación de nuestra alma a la imagen
de Dios, conforme a la semejanza de aquel que la creó, no es otra cosa que pura
farsa y una mera burla de Dios, para destrucción de nuestra propia alma.”[9]
Esta iniciativa divina cobra rostro en la
persona y obra de Cristo, mediante el cual es obrada nuestra salvación y
reconciliación. En Cristo Jesús, el amor de Dios se hace concreto, se encarna y
mediante un hecho visible e histórico se
sella en un acto redentor único, en la cruz:
“Debido pues a que el Hijo de Dios gustó
la muerte por todos,19 Dios reconcilió consigo al mundo, no tomándoles
en cuenta sus pecados.20 Así que, como por la transgresión de uno vino
la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno
vino a todos los hombres la justificación de vida.21 De manera que, por
amor de su amado Hijo, por lo que ha hecho y sufrido por nosotros, Dios
ahora promete, bajo una sola condición (en el cumplimiento de la cual
él mismo nos ayuda) tanto perdonarnos el castigo que nuestros pecados
merecen, como volvernos su gracia, y dar a nuestras almas muertas la
vida espiritual perdida como arras de la vida eterna.”[10]
Este episodio cumbre en la revelación de
Dios, cuyo principal beneficiado es el ser humano, en la teología wesleyana es
comprendido en el marco de la gracia de Dios. Es Dios, quien en su misericordia
y bondad, produce el acontecimiento de Cristo, como un acto intermedio del marco
de la gracia para el plan de salvación que él tiene con la humanidad. En
efecto, para Wesley la gracia tiene una manifestación tridimensional, ella es: previniente,
justificadora y santificadora. En ello está la imagen de Dios actuando
en sus tres personas; mediante el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La
gracia previniente es lo que Dios hace “antes” de nosotros, la gracia
justificadora es lo que Dios hace “por” nosotros” y la gracia
santificadora es lo que Dios hace “en” nosotros”. El Padre nos busca,
el Hijo nos encuentra y el Espíritu nos transforma.
Como podemos apreciar, el lugar que tiene la
persona humana en la teología wesleyana primitiva, se funda en el hecho de que
es creatura de Dios. En dicha condición el ser humano pasó por un estado ideal,
después cayó y posteriormente tiene la posibilidad de volver a ser lo que Dios
originalmente quiso de él/ella. La
Iglesia actual, ¿en su interior está compuesta por personas
que han vivido este transito ante Dios?; en su testimonio ante el mundo ¿somos
una comunidad de fe con autoridad y recursos para demandar este cambio a otros?
Estas
consideraciones pueden permitirnos una aproximación a lo que era la
antropología o el concepto de persona/ser humano que distinguió al movimiento
metodista en sus orígenes.
II - Sociedad[11]
“Wesley se preocupó
por el bienestar intelectual, económico y físico de los individuos. Escribió
sobre diversos temas históricos y religiosos y vendió sus libros muy baratos,
con la intención de que también pudieran ser leídos por los sectores de la
sociedad con escasos recursos económicos. Contribuyó, así, a fomentar el hábito
de la lectura entre la población inglesa. Además de fundar múltiples
dispensarios médicos, ayudó a las personas que tenían deudas y a las que
querían establecer un negocio. Se opuso a la esclavitud y mostró gran interés
por otros movimientos que preconizaban la reforma social. Su influencia fue
tal, que algunos pensadores sostienen que la aparición y difusión del metodismo
evitó el estallido de una revolución en Inglaterra durante los primeros años
del siglo XIX.” (http://es.encarta.msn.com © 1997-2008 Microsoft
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La práctica
pastoral de Wesley, en los orígenes del movimiento metodista en ningún caso
estuvo de espaldas a la contingencia social, a los hechos sociales que marcaban
la convulsionada realidad de Inglaterra en el siglo XVIII. “El surgimiento del
metodismo se produce en vísperas de la revolución industrial, hecho que
cambiaria irreversiblemente la situación de Inglaterra a partir de la ultima
parte del siglo XVIII; de país agrícola se convertiría en fabril” (Walker). Este
dato social no pasa inadvertido ni para Wesley, ni para los principales lideres
de su movimiento, lo que merece ser destacado, puesto que Wesley podría ser
calificado como una persona conservadora tanto en el plano religioso como en el
social. Wesley venia de una familia que tenía adhesión al sector político Tory, quienes se distinguían por
afirmar el derecho del rey para determinar el curso de la nación, sin que esto
dependiera solamente de las decisiones del parlamento. En el plano religioso
Wesley procedía de una familia que pertenecía a la Iglesia Alta de
Inglaterra, quienes se destacaban por subrayar el valor total de la iglesia
establecida, con apego irrestricto a las practicas rituales heredadas de la Iglesia antigua.
Pero, a
pesar de esta herencia que no colocaba a Wesley entre los sectores
vanguardistas de la época, él no puede concebir el evangelio y las
consecuencias de su experiencia de fe sin que ello repercuta en la situación
social. El expresa así esta visión:
“…el cristianismo es esencialmente una
religión social, y que tratar de hacerlo una religión solitaria es en verdad
destruirlo. Por cristianismo quiero decir ese método de adorar a Dios que Jesucristo
reveló a la humanidad. Cuando digo que esta es esencialmente una religión
social, quiero decir que no sólo no puede subsistir sino que de ninguna manera
puede existir sin la sociedad, sin vivir y mezclarse con los seres humanos.”[12]
Esta sociedad de la cual habla Wesley
experimentaba un momento crítico de su historia, era el escenario de un cambio
social y cultural sin precedentes. José M. Bonino lo resume con mucha precisión
así: “Gran Bretaña está en el comienzo de una transición del modo de producción
semi-feudal al modo de producción capitalista, de una sociedad rural a una sociedad
urbana, del poder aristocrático al poder burgués. Téngase presente que hablamos
de “el comienzo de una transición”. En palabras que no necesariamente fueron
pronunciadas en el tiempo de Wesley, sino que más bien nos son contemporáneas,
el contexto del metodismo primitivo era donde surgía un “nuevo orden mundial”. Como
es de suponer, en este tipo de transiciones siempre van a quedar victimas
sociales, siempre aparecerán quienes pagan el costo de estos cambios
históricos, siempre habrá en estos procesos aquellos que avanzaran junto a los
cambios y otros quedarán atrás padeciendo las consecuencias.
La postura de Wesley, que puede ser
considerada profética se puede resumir en las siguientes expresiones, en los
ámbitos que se indican. En relación a la pobreza, por ejemplo, el no solo
comprueba esta situación, “sino que rechaza las explicaciones tradicionales de
la pobreza como destino o como consecuencia de la flojera o vicio”. Denuncia
también la “privatización de la propiedad que deja millares de campesinos sin
tierra”. Sobretodo denuncia los lucros “obtenidos de negocios en que el hombre
es denigrado, como la venta de bebidas alcohólicas”. El tráfico y comercio de
esclavos fue calificado por el como una “execrable suma de todas las villanías”.
Predicó muchas veces en los presidios, por lo que tuvo la oportunidad de
conocer por dentro la realidad de estos recintos y denuncio las condiciones
inhumanas de estos predios.
En cuanto a las acciones que Wesley
desarrolló, se podrían contar: la creación de un “dispensario médico” en
Inglaterra en 1746; la publicación de un libro llamado “manual médico”; en
varias oportunidades, después de haber ocurrido catástrofes organizó “proyectos
de alimentación”; en los presidios no solo llevaba el Evangelio sino también ropas, medicamentos
y herramientas para quines estaban internos; preocupado con el desempleo creo
“pequeñas manufacturas”, donde se trabajaba el algodón; en 1748 creó un “fondo
de prestamos”; los primeros metodistas también crearon una “sociedad de auxilio
al extranjero”.
Estas notas del trabajo social en el
testimonio del metodismo primitivo son una clara muestra de cómo la fe y la
experiencia cristiana empiezan a conformar una identidad, que los metodistas
podemos invocar como distintiva:
a)
La fe, si bien era una experiencia
transformadora en la persona, ésta no se restringía al ámbito de lo privado,
intimo e individual. La fe exigía una expresión pública, exterior y colectiva.
b)
El sufrimiento humano, y la
pobreza de modo especial, eran realidades frente a las cuales la fe no podía
guardar silencio. Experimentar a Dios era también sinónimo de compartir ese
amor y nueva experiencia de vida.
c)
La evangelización consistía
preferentemente en la proclamación de la palabra, muchas veces al aire libre,
pero ella también se expresaba en actos concretos de amor a los más
necesitados.
Esta practica metodista, volcada a la
sociedad, es importante concebirla en la dimensión que a ella le corresponde y
no extrapolarla. Los primeros metodistas no buscaron un cambio en las
estructuras sociales de la época, más bien lo que hicieron fue asistir a quienes
en esa sociedad quedaban al margen de ella. Aquí puede estar la diferencia
entre “acción social” y “servicio social”, la primera de ellas propende a
modificar estructuras e instituciones que permitan dar a luz un nuevo orden,
mientras que el segundo intenta asistir de manera más inmediata los
requerimientos de dolor que no admiten tanto análisis ni espera. Miguez
Bonino supo llamar a la reflexión en
este punto: “En ninguno de los casos, sin embargo, Wesley ve el carácter
estructural de los males que denuncia. …Cuando intenta hallar las causas (de los
males sociales) y los remedios, se queda totalmente dentro de las premisas del
sistema mercantilista, totalmente ajeno a las causas estructurales de la
crisis. Es totalmente incapaz de ver en ella los dolores de parto de un nuevo
modo de producción y de una nueva organización de la sociedad y
consecuentemente no apunta al hecho de que la pobreza que describe y denuncia
como “compra y venta de sangre y carne” es el sacrificio inevitable que los
dioses del nuevo orden exigen”.
De todas formas cabe formularnos algunas
preguntas: ¿era exigible de Wesley esta comprensión de su mundo?, la ausencia
de este dato ¿desmerece todo lo que fue el testimonio del metodismo en el
ámbito social de aquella época? Cuando se trata, ahora, del metodismo actual:
¿cuándo y en qué condiciones merece que nos detengamos para discernir los
hechos sociales antes de actuar?, ¿en qué condiciones debemos acudir
simplemente por la urgencia del dolor y la necesidad?
Termino esta segunda parte con la oración
con que Wesley finaliza su tratado donde aborda el tema de la esclavitud. Estas
palabras que él dirige a Dios retratan de cuerpo entero la solidaridad que él
manifestó ante el dolor de otros, en uno de los temas sociales más cruentos que
le correspondió enfrentar, la esclavitud. Invoca a Dios en estos términos:
“¡Oh tú, Dios de amor, que amas a todo ser
humano, y cuya misericordia está sobre todas tus obras, tú eres el Padre de los
espíritus de toda carne, y eres rico en misericordia para con todos! ¡Tú que
has mezclado de una sola sangre a todas las naciones sobre la tierra, ten
compasión de esta gente desechada, que son hollados como estiércol sobre la
tierra! ¡Levántate, y ayuda a los que no tienen quien les ayude, cuya sangre se
derrama como agua sobre la tierra! ¿No son éstos obra de tus manos, adquirida
por la sangre de tu Hijo? Muévelos a clamarte en la tierra de su cautiverio; y
permite que su queja te llegue; que penetre tus oídos! ¡Haz que aun quienes los
llevaron en cautiverio tengan piedad, y cambia su cautividad como los ríos en
el sur. ¡Quiebra en dos todas sus cadenas, especialmente las cadenas de sus
pecados! ¡Oh Salvador de todos, hazlos libres, para que sean libres de verdad!”[13]
He aquí algunas de las dimensiones sociales
que tuvo el metodismo primitivo, en cuya realidad era imposible e inadmisible
vivir la fe como si no existieran condiciones limites en la realidad social de
la época. El evangelio era gozo, era salvación, era nueva vida; pero también
era saber de mujeres que debían arrancar del hocico los huesos de sus perros
para ellas prepararse una sopa. Wesley dice que “…este es el caso con multitud
de personas hoy día, ¡en una tierra que fluye leche y miel! ¡donde abunda todo
lo necesario, las comodidades y lo superfluo de la vida!”[14]
III
- El mundo creado
En principio no resultó fácil obtener
información o referencias sobre la postura de Wesley y los primeros metodistas
en cuanto a su relación con el “mundo, en cuanto creación de Dios” o con temas
“medio ambientales” (tan urgentes en estos tiempos).
Ha sido mediante referencias que algunos
eruditos de la tradición wesleyana han investigado, con referencias a escritos
del propio Wesley, por donde podemos tener una entrada a esta materia. El
metodismo primitivo sí tuvo una palabra o varias en cuanto al mundo creado y a
la relación de los seres humanos con este mundo.
Uno de los escritos de Wesley en esta
materia es aquel que se titula: “Una investigación sobre la sabiduría de Dios
en la creación.”[15] Allí
Wesley expresa su visión sobre el estatus que la creación tiene en cuanto obra
de Dios y la relación que los seres humanos están llamados a tener con este
escenario que Dios ha provisto para el deleite de todas los componentes del
mundo creado. La clave principal de Wesley es su apelación por la armonía que
debe existir entre todas las cosas creadas, principalmente entre los seres
humanos y el resto de la creación. A su vez, actor principal en esta armonía es
el ser humano, llegando Wesley a hablar de “la imagen política de Dios”. Con
esta expresión Dios se refiere a los humanos, quienes han recibido la vocación
de garantizar que el orden con el cual Dios creó todo pueda ser mantenido. Para
Wesley no está en discusión quien es el Señor de todo; obviamente ese rango le pertenece
a Dios, El es el Señor y soberano. Pero para Wesley ese señorío Dios lo hace a
través de los seres humanos, de allí este carácter de “imagen política de Dios”
que se otorga a los humanos. Con ello se pretende enfatizar que el ser humano
es “el sub-gerente (administrador) de Dios en la tierra”.
Wesley escribe en su investigación: “Al informarnos
sobre asuntos de la filosofía natural, entramos en un tipo de asociación con
las obras de la naturaleza y nos unimos a ese concierto general de su gran coro.
Así pues, al informarnos y familiarizarnos con las obras de la naturaleza, nos
convertimos en parte de esta familia, un participante de sus dichas; pero si
permanecemos ignorantes, seremos como extranjeros y peregrinos en una tierra
extraña, sin conocer ni ser conocidos”.[16]
Queda claro que para Wesley entre el ser
humano y el resto de la creación, no puede haber competencia, sino pertenencia.
El hombre/mujer son quienes han recibido la misión de propiciar, impulsar y
trabajar para que la creación mantenga su integridad. Es decir, dentro de todo
lo creado, Dios dotó a una parte de su creación (los humanos) para que velen
por ellos mismos y el resto de lo creado. Así lo dice Wesley:
“Nosotros ahora somos los mayordomos de
Dios. Estamos en deuda por él por todo lo que tenemos…un mayordomo no tiene la
libertad para usar lo que se ha puesto en sus manos como a él le plazca, sino
como a su amo le place…El no es el dueño de ninguna de estas cosas, sino apenas
a quien se le han encargado por alguien más….Ahora bien, este es exactamente el
caso de todos con relación a Dios. No estamos en la libertad de usar lo que
Dios ha depositado en nuestras manos
como a nosotros nos plazca, son como a Dios le agrada, quien es el único dueño
del cielo y de la tierra y el Señor de toda criatura…(Dios) nos ha confiado con
(los bienes de este mundo) bajo esta clara condición: que los usemos como los
bienes de nuestro Amo, y de acuerdo con las indicaciones especificas que nos ha
dado en su Palabra”.[17]
Otra vez podemos hablar no solo de un
evangelio integral en la tradición wesleyana, sino también de una teología
integral, en donde se co-relaciona todo. Decimos esto por cuanto, este mandato
a ser “sub-gerentes”, también se ve afectado con la caída del ser humano. La
condición de pecadores de los seres humanos, no solo afectará la relación con
ellos mismos o con sus semejantes, también afectará a la relación de los seres
humanos con el resto de la creación. El sub-gerente no quiere ese lugar, quiere
la gerencia, pero ello tendrá un alto costo. El ser humano, que en un principio
recibe el mandato para que en un ambiente de gozo y libertad cultive la tierra
y haga usufructo de su trabajo (Gén 2: 15-16), a causa del pecado ello se
producirá en un marco de dolor y fatiga (Gén 3:17).
De un modo muy particular, usando una metáfora
cruelmente viva, Wesley se refiere a la actitud que los humanos tienen con los
animales, lo que grafica en términos absolutos el abuso que los humanos hacen
sobre el resto de la creación. La imagen se refiere específicamente al trato
que los animales reciben por parte de algunos seres humanos:
“!Y que terrible diferencia existe entre el
sufrimiento que reciben de parte de sus compañeros (los animales) y del que
sufren de ese tirano, el hombre! El león, el tigre, el tiburón, les infligen
dolor por pura necesidad, para prolongar sus propias vidas, y les quitan el
dolor rápido. Pero el tiburón humano, sin necesidad alguna, los atormenta por
puro gusto, y quizás continua prolongando su dolor hasta que después de meses o
años la muerte señala su liberación”. [18]
Como vemos, también en la creación la caída
ha tenido sus consecuencias. La imagen de Dios que se ha corrompido a causa del
pecado también deja sus huellas en el
mundo creado. El ser humano en cuanto pecador/pecadora, además de no
tener paz consigo mismo, tampoco la puede tener con el resto de lo creado. El
pecado es entonces rebelión contra Dios, que también se manifiesta en una lucha
constante ante lo que Dios ha hecho como obra de sus manos. El ser humano no
solo mata a su hermano, también aniquila el mundo creado en sus múltiples manifestaciones
y representaciones. Sin duda que cuando Dios busca al ser humano en su gracia,
en la dimensión santificadora también desea que el hombre/mujer expresen esa
novedad de vida ante todo lo que está a su alrededor. El hombre/mujer llamado a
ser santo, también ahora se le pide que conciba a la creación como sagrada,
puesto que proviene del mismo Dios que dio el aliento a los humanos.
En este mundo creado queda de manifiesto la identidad
de Dios. Gracias a lo que existe Dios se nos revela, para Wesley esa revelación
muestra a Dios como Creador y como Soberano. Es creador porque todas las cosas
fueron por él, creadas de la nada. Nada existe que no haya sido hecho por él.
Pero como Soberano, lo creado es sometido a un gobierno, a una dirección, a un
sentido, debe obedecer a una justicia. En este aspecto Wesley sigue a Calvino,
para quien la imagen del Dios creador está íntimamente ligada a la de
Conservador de todas las cosas. De esta manera, el concepto de Dios que tiene
Wesley ligado a la Creación,
es de un Dios que participa de lo creado, que interviene en su creación. Dios
no es el dios de los orígenes solamente, localizado allí en la fundación de
todo únicamente. Dios es aquel que está interviniendo en aquello que fue la
obra de sus manos, o a través del hombre/mujer o directamente por los medios
que escapan a nuestra razón y entendimiento. Para Wesley estos matices en Dios
es necesario que no se confundan:
“Asegurémonos, entonces, de diferenciar
siempre estas dos visiones: Dios como Creador, creador supremo, y Dios como
Soberano, el Soberano justo. Debemos tener sumo cuidado de diferenciar una de
la otra para poder así dar a Dios toda la gloria por su gracia soberana, sin
cuestionar su justicia incorruptible.”[19]
Alguna reminiscencia tienen también estos
planteamientos a lo que Lutero hablaba, cuando invitaba a diferenciar entre el
Dios oculto y el Dios revelado. En su acto creador Dios se nos muestra, se nos
revela, nos da a conocer una parte de lo que El es; en cambio en su voluntad y soberanía
se nos esconde, es inalcanzable para nuestra razón y mente comprenderlo. En una
fina reflexión, el mismo Wesley se encarga de decir que estas manifestaciones
de Dios si bien son compatibles, pero también diferenciables. Una cosa es Dios
en cuanto a su ser en sí, en su esencia, otra es la acción que él desarrolla
que termina por revelar una parte de él.
La valoración que Wesley presta a la
creación como un todo en ningún caso lo hace extrapolar las cosas, al punto de
concebirla dentro de su transitoriedad. Esto define al mismo ser humano como
ser creado, también dentro del mismo marco de transitoriedad. El mundo y todo
lo creado es transitorio, pasajero y el ser humano en ese escenario es un
peregrino, un ave de paso.
“Pienso que no soy sino criatura de un solo
día, que pasa por la vida como una flecha que surca el aire. Soy espíritu que
viene de Dios y regresa a Dios, y que entre tanto flota sobre el gran abismo,
hasta que en breve ya no se me vea. ¡Una gota que cae en la eternidad
inmutable! Sólo una cosa deseo saber: el camino al cielo; cómo llegar a salvo a
esa costa feliz. Dios mismo se ha dignado mostrar el camino. Para eso fue que
vino desde el cielo.”[20]
Wesley concibe al ser humano y al mundo
creado en un gran proceso, como arriba de un tren, rumbo a una estación que
Dios tiene prepara en la cual transformará todas las cosas. En su Sermón sobre
“la nueva creación”, él interpreta el texto de Apocalipsis 21:5 en un sentido
prácticamente literal. Si Dios promete “He aquí, yo hago nuevas todas las
cosas”, eso realmente será así. Entonces, el mundo y todo lo que en él hay, a
pesar de haber sido corrompido por el pecado humano, camina hacia una
transformación total. En dicha trasformación se incluye tanto a los humanos
como al resto de la creación. Para Wesley, si Juan pudo ver un “cielo nuevo y
una tierra nueva”, eso efectivamente corresponde al fin de todas las cosas, según los designios de Dios.
“Muchos comentaristas curiosamente sostienen
que esto sólo se relaciona con la situación presente entonces, y nos explican
con abundantísima certidumbre que estas palabras se refieren al florecimiento
de la iglesia que comenzó después de las persecuciones de los paganos. Es más,
algunos de ellos han encontrado que todo lo que el apóstol dice respecto de «un
cielo nuevo y una tierra nueva» se hizo realidad cuando Constantino
el Grande derramó riqueza y honor sobre los cristianos. ¡Triste manera de
invalidar los designios de Dios!5 Sus designios con respecto a la grandiosa
sucesión de hechos relacionados con su iglesia, y con toda la humanidad, desde
aquel tiempo en que Juan estaba en Patmos hasta el fin del mundo, y más, porque
el alcance de esta profecía se extiende más allá. No acaba con el fin de este
mundo presente, sino que nos muestra las cosas que sucederán cuando este mundo
ya no exista.”[21]
Los cuidados ante el mundo creado no son a
causa de una existencia eterna de éste, sino para contribuir a una mejor
estadía que todos y todas tengamos mientras dure nuestro peregrinaje en esta
tierra. La vida, la creación, los seres humanos caminan hacia una realidad que
al mismo Creador le corresponde producirla, “hacer nuevas todas las cosas”,
donde muchas serán transformadas y otras ya no existirán más.
[1] Conferencia de la Iglesia Metodista
de Chile. El Vergel (Angol), julio de 2009.
[2] Obras de Wesley, vol. III, pág. 106-107
(versión electrónica)
[3] Ibid. pág. 107 (versión electrónica).
[4] Ibid. Pág. 107 (versión electrónica)
[5] Obras de Wesley. Vol. III, pág. 89-90 (versión
electrónica)
[6] Obras de Wesley. Vol. III, pág. 88 (versión electrónica)
[7] Obras de Wesley. Vol. III, pág. 92. (versión
electrónica)
[8] Obras de Wesley. Vol III, pág. 102-103.
(versión electrónica)
[9] Obras de Wesley. Ibid. pág. 104 (versión
electrónica)
[11] Para este ítem he tomado como base la
investigación personal que en otro tiempo he realizado en cumplimiento de
requisitos académicos. Cf. Iglesia y Dictadura.
Sao Leopoldo, Escola Superior de Teología, 1991. pp. 13ss.
[12] Obras de Wesley. Vol. II, pág. 84 (versión electrónica)
[13] Obras de Wesley. Vol VII, pág. 129 (versión
electrónica)
[14] Apud Theodore RUNYON, La nueva creación; la
teología de Juan Wesley para hoy, pág.
215.
[15] Apud Theodore RUNYON, La nueva creación; la
teología de Juan Wesley para hoy, pp.
231ss.
[16] Apud Ibid., pág. 232.
[17] Apud Ibid., pág. 236.
[18] El texto pertenece a una de las tres
conferencias de debate que Wesley realizó en la Universidad de Oxford
para obtener su grado de maestría.
[19] Obras de Wesley. Vol. VIII, pág. 434 (versión electrónica)
[21] Obras de Wesley. Vol. III, pág. 402 (versión electrónica)
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