Por
principio y conforme a su expresión mayoritaria, el pentecostalismo afirma las
doctrinas cardinales del cristianismo: la Trinidad, la encarnación y expiación
de Jesucristo, la necesidad de la fe en Jesucristo para salvarse, la presencia
y el poder del Espíritu Santo divino en todo autentico creyente y la
bienaventurada esperanza de que Cristo volverá para consumar el reinado de
Dios1.
Si
bien la precedente síntesis de las doctrinas cardinales del cristianismo podría
ser materia de discusión, hoy en día pocos discutirían seriamente la afirmación
central contenida en esta cita de Steven J. Land, teólogo pentecostal
norteamericano, a saber, que el pentecostalismo, en su expresión mayoritaria,
afirma las doctrinas cardinales del cristianismo2. En efecto, en la literatura
teológica seria, el pentecostalismo ha dejado de ser visto como parte del mundo
de las sectas semi o pseudo cristianas, y ha llegado a ser reconocido como la
mas joven de las familias confesionales dentro del diversificado panorama del
cristianismo apostólico. Si aun subsisten algunas dificultades y prejuicios
para que ese reconocimiento se exprese mas plenamente, estos son mas notorios
en algunos actores del movimiento ecuménico de matriz protestante que en el
mundo católico. El Secretariado para la Unidad de los Cristianos del Vaticano
va hace varios años reconoció al pentecostalismo como un interlocutor valido
para el dialogo teológico3.
Este
cambio de clima hace que la pregunta por la "teología pentecostal" se
refiera menos a la preocupación por examinar (o demostrar) la 'ortodoxia' o
'apostolicidad' de esta expresión del cristianismo, que al deseo de reconocer
los aspectos teológicos 'distintivos' del pentecostalismo, y por lo tanto, su
aporte al cristianismo apostólico.
De
todos modos, la respuesta a este último sentido de la pregunta por la
"teología pentecostal" sigue siendo compleja, pues al mismo tiempo
que se reconoce crecientemente al pentecostalismo como parte del cristianismo
apostólico, también la literatura ha puesto en evidencia la gran diversidad
existente dentro del pentecostalismo mundial. Ya ha quedado atrás la noción de
que el pentecostalismo moderno tiene un origen histórico único, claramente
localizable en un lugar y tiempo determinado. Hubieron diversos focos de
'explosión' o 'avivamiento' pentecostal en el seno de diversas iglesias o
confesiones, y esa diversidad de origen tuvo como consecuencia una variedad de acentos
o énfasis teológicos dentro del poco monolítico pentecostalismo moderno. El
hecho de que esta irrupción de la espiritualidad pentecostal haya ocurrido
cuando el movimiento misionero moderno ya se encontraba bastante avanzado,
permitió que varios de esos 'focos' originales hayan tenido lugar - usando el
lenguaje misionero de la época - en 'campos misioneros', es decir, en 'el mundo
no cristiano', y en muchos casos, con la participación decisiva de 'nativos
convertidos'. Por lo tanto, junto con la variedad de contextos confesionales,
la variedad de contextos culturales de origen aportó nuevos elementos a esta
gran diversidad interna dentro del movimiento pentecostal a escala mundial. Al
respecto, Walter J. Hollenweger, reconocido como el decano de los estudios
pentecostales, escribe:
Por
lo demás, el movimiento pentecostal no es monolítico, ni desde el punto de
vista teológico ni desde el punto de vista ético. En este aspecto, es mas
pluralista aun que el catolicismo. Por ejemplo, hay actualmente pacifistas
pentecostales y capellanes militares pentecostales. Hay comunidades que
practican el bautismo de niños juntamente con el bautismo de adultos (Robeck).
Incluso en cuestiones de ética sexual, de definición de lo que es el bautismo
en el Espíritu, de ética social e individual, en el problema de la herméneutica
bíblica, en la doctrina de la Trinidad y en cristología, hay un amplio abanico
de opiniones4.
Esta
última constatación pone en duda la pertinencia de la nueva costumbre de
referirse al pentecostalismo como una familia confesional, y la legitimidad del
antiguo hábito de utilizar las doctrinas del 'pentecostalismo clásico'
norteamericano como el criterio o la medida de la 'pentecostalidad'.
Teniendo
en cuenta, por un lado, que es mas lo que une que lo que separa al
pentecostalismo de las demás confesiones que se reconocen como herederas de la
fe apostolica 5; y por el otro, que el pentecostalismo en si mismo no es
monolítico sino tremendamente diverso, como podemos caracterizar la 'teología
pentecostal' o los, 'distintivos teológicos' del pentecostalismo? El consenso
actual sugiere que la especificidad pentecostal no debe buscarse en la doctrina
sino en el ethos6 o la espiritualidad pentecostal. "Lo que une a la
iglesias pentecostales no es una doctrina sino una experiencia religiosa, pero
que es interpretada y fundamentada de muy diversas maneras»7. Esto se puede
afirmar aun con mas fuerza en el caso del pentecostalismo latinoamericano,
donde, a diferencia de los casos norteamericano y europeo, la literatura no ha
jurado un papel significativo en el desarrollo y difusión de las ideas, o mejor
dicho, de la espiritualidad o el estilo pentecostal.
Por
lo tanto, en los párrafos que siguen no intentare presentar una síntesis de la
teología pentecostal, sino compartir algunas reflexiones teológicas acerca de
algunos aspectos centrales de este ethos o espiritualidad pentecostal. Esto no
supone una adhesión al prejuicio de que el pentecostalismo no tiene teología,
sino un simple reconocimiento de que no existe una teología pentecostal (en singular),
y de que el modo en que el pentecostalismo produce y comunica su(s) teología(s)
es ciertamente distinto de la teología sistemática a la que están'
acostumbradas las iglesias tradicionales.
El
encuentro con Cristo resucitado como experiencia fundante
Como
he insistido en otros lugares8, lo que constituye la vida o el ser cristiano
es, desde el punto de vista pentecostal, una experiencia fundante de encuentro
personal con Jesucristo, descrita indistintamente como conversión, nuevo
nacimiento (Jn.3), nuevo comienzo, cambio de vida, etc. No basta con nacer
biológicamente en una familia cristiana, y por lo tanto en el seno de la
Iglesia. Tampoco con asentir formal o intelectualmente a la doctrina predicada
por la iglesia. Se trata de 'Vivir' la fe, de tener una experiencia de Dios.
Usando una imagen bíblica, se puede decir que para los pentecostales, cada
cristiano ha de vivir su experiencia de camino a Damasco. A Pablo no le basto
con escuchar la predicación de los primeros cristianos. Lo que escucho causo
mas bien su rechazo y lo empujo a perseguir a aquella comunidad. Lo que cambio
el rumbo de su vida y lo convirtió en parte de la comunidad que antes
perseguía, fue su encuentro personal con Cristo resucitado en el camino a
Damasco (Hch. 9:1-16; 26:12,8).
Como
se expresa muy nítidamente en los testimonios' pentecostales ("Dios cambio
mi vida", "encontré al Señor y me hizo una nueva criatura",
"yo estaba perdido/a, pero el Señor me encontro"9), se trata de una
experiencia de cambio: ser cristiano produce una diferencia radical para la
persona (EI 'ser cristiano' no corresponde al mismo tipo de categorías como
'nacionalidad' o grupo étnico por la cual uno se identifica con el conjunto de
los que pertenecen a la sociedad donde nuestro nacimiento biológico ha tenido
lugar. Tampoco corresponde a categorías como 'profesión' o 'afiliación
política, las cuales también involucran al menos en el contexto de la
modernidad- cierto grado de cambio y una opción personal, pero que no
necesariamente envuelven una re-identificación total de la persona. El
encuentro que transforma a alguien en hija o hijo de Dios produce algo
completamente nuevo en la persona, algo que incluye y reordena todas los otras
factores de identidad, así como también transforma las relaciones con si mismo
y con los otros.
Este
cambio ciertamente envuelve una decisión de cambiar, es decir, la decisión de
aceptar el llamado de Dios que sale al encuentro. Pero el cambio no es
puramente el fruto de nuestra decisión. El cambio es hecho posible por la fuerza
del Espíritu Santo que obra en nosotros. De allí la importancia del tema del
'poder': se trata de recibir el poder (la fuerza, la energía, la vitalidad,
etc.) necesario para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, lo que no
necesariamente se corresponde con los valores y estilos de vida que hemos
recibido mediante nuestra socialización.
2.
El Espíritu Santo: el poder de Jesucristo resucitado en la vida del creyente
Esto
último nos permite referirlos brevemente a la pneumatología pentecostal. En círculos
no pentecostales se suele pensar del pentecostalismo como de un movimiento
'pneumatocéntrico'. En otras palabras, se sospecha que la centralidad que el
pentecostalismo asigna a la tercera persona de la Trinidad tiende a subordinar
la cristología, y a oscurecer el carácter objetivo de la Revelación cristiana.
Como Dios habla directamente a los creyentes mediante su Espíritu Santo, es
decir, se revela continuamente, pareciera que las Escrituras y la figura de
Cristo tuvieran una importancia puramente histórica, o simplemente como base de
las normas de vida cristiana. Esta imagen, en realidad, tiene muy poco que ver
con el pentecostalismo. La espiritualidad pentecostal es tan 'Cristocéntrica'
como la tradición protestante en general. Lo que ocurre es que, para el
pentecostal, el Espíritu Santo es el vehículo de la presencia viva y real del
Cristo resucitado. El Espíritu Santo es el poder de Cristo resucitado actuando
en la persona, transfomándola en una nueva criatura. Como en el caso de
cualquier tradición cristiana, lo que el pentecostal sabe de Jesucristo lo sabe
por el testimonio de las Escrituras, pero ese saber se transforma en vida por
la obra del Espíritu Santo.
Si
bien el 'pentecostalismo clásico' de origen norteamericano se ha caracterizado
por insistir en el bautismo del Espíritu Santo como una segunda (o tercera)
obra de la gracia, posterior a la conversión, no se observa la misma
preocupación en el pentecostalismo latinoamericano mas autóctono. Al menos si
uno se basa en lo que se dice en los testimonios' de hombres y mujeres
pentecostales en Chile, la misma experiencia fundante de encuentro con Dios se
percibe simultáneamente como expresión de la aceptación incondicional por parte
de Dios (justificación): como el inicio de una nueva vida (santificación) y
como la recepción de un nuevo poder que permite al creyente sostener su nueva
vida en un medio habitualmente hostil, y que lo habilita para comunicar y
compartir la experiencia con otros (recepción o bautismo del Espíritu)
El
cambio de vida como experiencia sanadora
Los
'testimonios' muestran que la mayoría de los pentecostales percibe este cambio
fundamentalmente como una experiencia sanadora, es decir, como la superación de
situaciones personales que han bloqueado una vida en plenitud y en amor. Es que
para la gran mayoría de la gente, su historia personal y las condiciones de
vida de su comunidad están muy lejos de representar el mejor de los mundos
posibles. Para ellos, la vida no es un presupuesto, sino un difícil logro
diario. La vida es algo a ganar, a conseguir. La vida antes del encuentro con
Dios se la percibe como una vida de profunda precariedad y necesidad. Y es
precisamente para los 'necesitados' para quienes una 'buena nueva' tiene
sentido. Como dijo Jesús. "los sanos no tiene necesidad de medico, sino
los enfermos" (Mc 2,17 y paralelos). Las personas describen la experiencia
como un cambio que ocurre en ellos mismos, pero muchas veces también en su
entorno. Ciertamente no se trata de un cambio inmediato en las condiciones
objetivas de su vida (su condición social, laboral, familiar, etc.), sino en su
propia subjetividad, es decir, en el modo de verse a si mismo y de ver su
entorno y la vida en general. Se podría decir que cuando Jesucristo, mediante
Espíritu, toma control de la vida de la persona, esta misma adquiere ahora un
control sobre su propia vida del que antes carecía.
En
muchos casos, pero no necesariamente, la experiencia es tan profunda, que
también se traduce en la superación de dolencias o sufrimiento corporales. Es una
experiencia que abarca la totalidad de la persona. Pero no existe, al menos en
forma generalizada, la creencia de que el cambio de vida necesariamente debe
expresarse también en la sanidad física, en cuyo caso, la permanencia de la
enfermedad señal de que Dios no ha
obrado realmente en la persona. La fe en el poder sanador de Dios ocupa un
lugar importante en la espiritualidad pentecostal, pero no se la confunde con
la experiencia de salvación.
Una
Iglesia viva: la comunidad de los que han sido transformados por Cristo
Así
como el encuentro con Cristo resucitado mediante el Espíritu, es decir, la
experiencia del cambio de vida, constituye a la persona como una nueva
criatura, como un cristiano, esa misma experiencia constituye una nueva
comunidad, un nuevo pueblo. Lo que constituye a la Iglesia no es la adhesión a
común a un Credo, sino la común participación en la experiencia del encuentro
con Jesucristo resucitado bajo el poder del Espíritu. Lo que la persona
confiesa afirma cuando se incorpora a la Iglesia, no es la aceptación de una
doctrina, sino una experiencia de Dios. De allí la dificultad pentecostal para
identificarse con los Credos formulados por la temprana Iglesia: no es que
hayan diferencias con el contenido de los Credos. Como va se menciono antes, si
un pentecostal tiene la oportunidad de reflexionar sobre el contenido o el
sentido de las afirmaciones del Credo y declarar formalmente su adhesión a sus
contenidos, sin que esto afecte en lo mas mínimo su existencia ni su forma de
vida.
Por
la misma razón, el pentecostal no entiende una Iglesia que este incorporada a
un sistema de cristiandad. Iglesia es la comunidad voluntaria y abierta de
todos/as quienes han experimentado la renovación de sus vidas por la fuerza del
Espíritu. Es la comunidad que en el nombre de su Señor invita, acoge y envía. A
través de su Invitación y envío, la Iglesia como comunidad del Espíritu
manifiesta su dimensión misionera que es inseparable de su identidad. Como para
el cristianismo en general, esta invitación consiste en la proclamación del
Evangelio. Pero en este caso, se trata de dar 'testimonio', es decir, contar,
narrar como ese Evangelio ha transformado la vida de los que forman la
comunidad, mediante el poder del Espíritu Santo. A través de su acogida, la
Iglesia hace manifiesto el poder restaurador, sanador, liberador del Espíritu,
dotando a cada uno/a y a la comunidad en su conjunto de la fuerza para sostener
la nueva vida y para su participación en la Misión de su Señor.
En
el modelo de 'Iglesia Nacional' (de cristiandad o estatal), o cuando Iglesias
que se originaron como 'Iglesia libres' adoptan el estilo de aquel modelo, el
ritmo de vida eclesial tiende a ser marcado por los 'satisfechos' y los
'necesitados' son dejados al margen. Puede que los 'necesitados' sean
considerados objetos de caridad o beneficencia, pero raramente como sujetos
privilegiados de la vida eclesial. En este contexto, la irrupción de nuevas
formas de cristianismo que enfatizan el 'nuevo nacimiento', sea que se definan
a si mismas como pentecostales o no, puede interpretarse no solo como un
movimiento de restauración de un patrón mas primitivo (neotestamentario,
apostólico y pre-constantiniano) de experiencia cristiana, sino también como
una forma de protesta frente a un cristianismo en el cual los necesitados, es
decir, 'aquellos que necesitan de medico', han sido empujados al margen.
5. La búsqueda de otro lenguaje teológico
La
comprensión de la experiencia cristiana personal como un cambio radical de
vida, y de la Iglesia como la comunidad de creyentes que han experimentado esa
profunda renovación de sus vidas, presuponen una vivencia de lo humano que hoy
en día se describiría como HOLÍSTICA. En otras palabras, se trata de una
percepción de lo humano que no opera con las clásicas distinciones entre cuerpo
y espíritu entre emoción y razón, tan propias de la tradición cultural
occidental. Desde tal perspectiva, el criterio de la verdad, de lo que tiene
sentido, no es aquello que sea perfectamente inteligible para la razón. si o
aquello que logra movilizar la totalidad del ser humano. La razón desencarnada
puede producir muchos mundos. ideas, doctrinas que sean perfectamente
inteligibles, y que sin embargo no logren conectarse con el 'corazón' del ser
humano, es decir, no consigan movilizar o comprometer la totalidad de su ser.
Inversamente, cuando el ser humano tiene experiencias profundas. se encuentra
con que el lenguaje racional se muestra muy limitado corno vehículo para comunicar
dicha experiencia y compartirla con otros.
No
necesito demostrar que la tradición teológica occidental ha estado cautiva de
aquella tradición cultural que privilegia casi exclusivamente la
inteligibilidad racional como criterio de verdad, como productora de sentido.
Baste con recordar la definición clásica de San Anselmo: teología es 'la fe en
busca de inteligencia'. Los pentecostales han encontrado grandes dificultades
para articular y comunicar la profundidad de su experiencia en el lenguaje de
la teología sistemática tradicional (occidental). El problema radica, por un
lado en la dificultad de traducir una experiencia sublime indecible, a
conceptos susceptibles de ser incorporados en un sistema. Por otro lado esta
demostrado históricamente que los sujetos concretos de surgimiento y expansión
del pentecostalismo moderno, han provenido mayoritariamente de raíces
culturales no occidentales, o de sectores de culturales marginales, populares,
de Estados Unidos o Europa. Me refiero al fuerte componente africano.
afro-americano e indígena en varios de los focos originales del pentecostalismo
moderno. Se trata, por lo tanto, de grupos humanos para los cuales la visión
holística de la vida, de la salud, de la salvación, etc., es una dimensión
ancestral para su propia cultura, de su propio modo de construir la realidad,
de producir sentido.
Por
lo tanto, aquellos aspectos 'extraordinarios' de la experiencia pentecostal que
han concentrado tanto la atención de los observadores externos, tales como la
glosolalia, la danza, el llanto, los lamentos, y el conjunto de manifestaciones
corporales y/o extáticas que han caracterizado a los 'avivamientos'
pentecostales, pueden leerse como el descubrimiento de un lenguaje profundo,
holístico, para exteriorizar una experiencia que es 'indecible' o incomunicable
por medio del lenguaje (logos) racional Por otra parte, deben reconocerse como
el lengua]e que diversas culturas, tan legítimas como la occidental, han usado
ancestralmente para exteriorizar su experiencia de encuentro con la fuente de
la vida, con el Creador.
E1
'testimonio' es decir, la narración de la experiencia vivida, y del impacto de
esta experiencia en la vida cotidiana personal, familiar y social, aparece como
la forma mas adecuada de hacer a otros participes de la misma experiencia, de
persuadir a otros a abrirse al Cristo resucitado que se hace accesible de un
modo inmediato mediante el poder del Espíritu Santo.
De
este modo, la experiencia pentecostal, y el gozo de participar de la libertad
del Espíritu que sopla como y cuando quiere que esta posibilita, abre
posibilidades de un lenguaje teológico distinto del tradicional, no
necesariamente superior ni inferior que el racional, pero ciertamente mas
significativo para muchos grupos humanos. Mi convicción es que el
pentecostalismo, con su rescate de la noción (y experiencia) de la presencia y
libertad del Espíritu Santo, ha iniciado un proceso de 1iberacion de la
teología (como discurso de la fe cristiana) de su cautiverio por el
racionalismo o logocentrismo occidental. No es extraño, entonces, que el ethos
o la espiritualidad pentecostal (aunque no siempre lleve ese nombre) haya
encontrado su terreno mas fértil en culturas solo precariamente
occidentalizadas del hemisferio Sur, y en el seno de minorías culturales del
hemisferio Norte.
Me
atrevo a sugerir que el 'pentecostalismo clásico' norteamericano, por su
necesidad de ganar respetabilidad como una denominación cristiana establecida
en un contexto que no reconocía otro modo de hacer teología que no fuera el
racional-sistematico, tendió a forzar la experiencia pentecostal dentro de un
conjunto de categorías o conceptos. El resultado fue que las distintas
dimensiones de lo que hemos descrito como la experiencia fundante del cambio de
vida. se transformaron en experiencias separadas sucesivas en el tiempo. Así
mismo, la compulsión por establecer criterios formales de verdad, llevo a
establecer la glosolalia como evidencia Inicial necesaria del bautismo en el
Espíritu Santo, y en el extremo, como condición de salvación. En años
recientes, diversos teólogos pentecostales del Norte se han percatado de este
problema, y progresivamente la distinción de obras de la gracia y la glosolalia
han sido desacreditadas como criterios únicos de 'pentecostalidad'.
Salvación
presente y salvación futura
Es
indiscutible que el surgimiento del pentecostalismo moderno ocurrió en un
contexto de gran efervescencia escatológica, característico de una época de
cambio de siglo y de grandes convulsiones sociales. Este clima apocalíptico,
por lo demás, permeaba a muchas expresiones del cristianismo, y no
exclusivamente al pentecostalismo. Es la época en que incluso la teología
liberal redescubre la importancia de la escatología en el mensaje del Nuevo
Testamento y en la predicación de Jesús. Por otra parte, historiadores y
sociólogos del pentecostalismo han encontrado muchas evidencias de que las
personas que adhirieron al movimiento, formaban parte de grupos sociales que
tenían muy pocos motivos para estar satisfechos con las condiciones de su mundo
presente y que, por el contrario, tenían muchas razones para sonar con un mundo
nuevo. No es extraño, por lo tanto, que la expectativa escatológica ocupe un
lugar importante en la espiritualidad pentecostal, y que el tema de la segunda
venida de Cristo sea un aspecto central de su predicación.
Sin
embargo, la imagen construida del pentecostalismo por observadores externos
como si se tratara de un movimiento únicamente orientado hacia el futuro
ultramundano, tiene muy poco que ver con la realidad. Tampoco es cierto que el
discurso de la vida presente se concentre en la inevitabilidad del sufrimiento
en esta tierra. Por cierto existen muchas expresiones habituales en el discurso
pentecostal que parecen confirmar tal imagen: "sufriremos, aquí, reinaremos
allá", "este mundo nada ofrece, solo ofrece perdición". Pero si
uno escucha con atención los testimonios pentecostales, y en especial la
predicación callejera, constatara que lo central es el anuncio de la
disponibilidad de una salvación aquí y ahora., posibilidad que aparece avalada
o verificada por la propia experiencia del predicador y la comunidad de la que
forma parte.
Los
testimonios pentecostales no dicen que -'por haber aceptado a Jesucristo
seremos salvos en el mas allá", sino mas bien "soy salvo, porque el
Señor me hizo una nueva criatura", "soy feliz, porque Cristo me
salvo". El testimonio pentecostal no compara primariamente el presente con
el futuro, sino el presente con el pasado: un presente de salvación, de una vida
rescatada, recuperada, frente a un pasado de perdición. Cuando se habla de
'salir del mundo', no se esta hablando de apartarse de la sociedad: se refiere
a la experiencia de dejar atrás ese mundo de vida en el cual la persona no
tenia el control, se estaba perdiendo10.
Así,
la espera de "la segunda venida de Cristo" no es para el
pentecostalismo una espera pasiva: se espera trabajando en la obra del Señor y
dando testimonio de su obra en los distintos ámbitos en los que transcurre la
vida cotidiana. Es cierto, por otra parte, que raramente se traduce esta
dimensión presente del reinado de Cristo (escatología realizada) en términos
mas societales. La eficacia del reinado actual de Cristo opera solamente para
aquellos que han experimentado un encuentro con el. Para los demás, el reinado
de Cristo permanece como un futuro absoluto: de allí la importancia de la
evangelización.
Palabras
finales
He
intentado caracterizar algunos aspectos centrales del ethos o espiritualidad
pentecostal que se manifiesta, con variados matices y acentos, en los diversos
pentecostalismos. Se trata de una lectura bastante personal, que ofrezco a
ustedes como una base para nuestro dialogo. Es posible que algunos de nosotros
hayamos conocido grupos que se definen como pentecostales, en los cuales nos
resulte bastante difícil discernir algunos o todos los aspectos descritos aquí
como característicos del ethos pentecostal. Es también posible que conozcamos
grupos o comunidades que nunca se han identificado como pentecostales o como
carismáticos, y que sin embargo se reconocerían en mas de uno de los aspectos
aquí descritos. Es precisamente la diversidad con que se nos presenta la
realidad, y la frecuencia de las veces en que los discursos se desencuentran
con las realidades, lo que hace necesario el establecimiento de un dialogo
orientado al mutuo enriquecimiento y la fraternal corrección en Cristo Jesús.
Espero sinceramente que mis reflexiones contribuyan un granito de arena a este
diálogo que se inicia
NOTAS
1 Steven J. Land. "Orar en el Espíritu: la perspectiva
pentecostal", en Concilium 1996:3, pp. 529-539, aquí p.530.
2 Sobre el mismo tema, Harold escribe: "Muchos
pioneros del movimiento pentecostal en Es os desplegaron una energía
considerable para suprimir cuanto entendían que eran restos de uno credos
artificiosamente formulados, pero irrelevantes cuando no perjudiciales, que
habían descarriado a la mayor parte de la cristiandad. Sin embargo, cuando los
dirigentes pentecostales actuales examinan documentos como el Credo de los
Apóstoles, se suelen sentir incapaces de rebatir sus contenidos.
Inconscientemente reconocen que el Credo Nicenoconstantinopolitano aporta a la
Iglesia 'oriental y occidental, cató1ica y evangélica por igual su única
confesión de fe auténticamente ecuménica'". "'Nosotros somos la
Iglesia': Nuevo congregacionalismo. La perspectiva pentecostal", en
Concilium 1996:3, pp.431-437, aquí p.434.
3 Ver informes de los tres primeros ciclos de
dialogo pentecostal-catolico (1972-1976; 1977-1982 y 1985-1989)en PNEUMA (The
Journal of the Society of Pentecostal Studies) 1990:2.
4 "De la Azusa Street al fenómeno de Toronto:
raíces históricas del movimiento pentecostal", en Concilium 1996:3,
pp.413-427, aqus 418. En la misma línea, Harold Hunter seSala: "En
contraste con el supuesto carácter monolítico del pentecostalismo, lo cierto es
que su considerable diversidad viene a complicar el proceso de identificar
claramente que es lo que puede considerarse 'pentecostal'. La ubicuidad del
movimiento pentecostal-carismático internacional tal como se dispone a irrumpir
en el siglo XXI desborda todos los intentos de clasificación y
clarificación". Op. ci t. p.432.
5 Esta fue, al menos, la conclusión de Karl-Josef
Kuschel y Jurgen Moltmann, editores del numero de Concilium (1996:3) dedicado
al dialogo con teólogos pentecostales (Movimientos pentecostales: un desafío
ecuménico): "Si, el resultado -quizás sorprendente- de nuestro cuaderno de
dialogo consiste en que hay tan sólo pocas diferencias fundamentales y si
muchos puntos en común entre las Iglesias tradicionales y las modernas Iglesias
pentecostales". p.409.
6 Cf. Steven J.
Land. Op.cit. p.530.
7 W.J.
Hollenweger. Op. cit. p .418 .
8 Cf. "Características teológicas de un
pentecostalismo autóctono: el caso chileno", en Benjamin Gutiérrez
(editor). En la fuerza del Espíritu. Guatemala: AIPRAL/CELEP, 1995, PP.73-87;
"'Nacidos de nuevo': Bautismo y Espíritu. Perspectiva pentecostal",
en Concilium 1996:3, pp.549-555.
9 Cf. Canales, Palma y Villela, En tierra extraña
II. Santiago: Amerinda-SEPADE, 1991, pp.59-74.
10 Cf. Canales, Palma y Villela. Op.cit. passim.
Fuente: http://revistapentecostal.com/index.php?option=com_content&view=article&id=47:una-aproximacion-teologica-a-la-experiencia-pentecostal-latinoamericana&catid=61:volumen-01&Itemid=86
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